V E I N T I D O S

63 14 1
                                    

FERN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

FERN

Solía pensar que vivir en un cuento de hadas sería mucho más fácil. Ignoraba que incluso en aquellas historias fantásticas se sufría.

Considerando que los personajes de dichas historias siempre eran huérfanos... No tenían un futuro muy prometedor además de quedarse a esperar que el destino resolviera todos sus embrollos.

Y específicamente ese año, había decidido que todo iba a importarme una mierda. Decisión por la cual había terminado metida en un sin fin de problemas, aquellos de los cuales me deslindaba sin pena alguna.

Hasta que lo conocí.

Los había visto seguirlo por el centro comercial, al igual que el lobo feroz siguió a caperucita por el bosque. El chico también lo sabía y parecía que, al igual que en los cuentos, esperaba que el destino lo alejase de las situaciones que no le beneficiaban. Pero el destino era muy cagado y le valía mierda si al rubiecito lo asaltaban en medio de un lugar lleno de personas.

Los seguí desde lejos, hasta que vi al muy estúpido girar en una esquina. Se había metido en un callejón. Mi callejón concretamente, donde me escabullía al saltarme las clases o a comer tanta chatarra como pudiese sin que mamá me viera.

Fue así como me di cuenta que no era de Santa Mónica. Tan asustadizo como una obeja y tan llamativo como una vaca, Flanagan atraía a los depredadores más cobardes hacia sí, incluso haciéndoles el trabajo más fácil.

Recuerdo haber rodado los ojos, darle un último mordisco a mi manzana y tirarla en uno de los botes de basura cerca mío. También saqué una bolsa de hule usada y el resto de un licuado de plátano que le vacié dentro.

Hice una mueca de aso en su dirección, pero le di el visto bueno. Entonces caminé en dirección al callejón. Apenas entraba cuando escuché sus risas burlescas y la voz tambaleante del chico rubio pedir que lo dejaran en paz.

Me acerqué con el mentón alzado y la bolsa de plástico bien escondida en la bolsa de mi chaqueta.

—¿Qué se supone que hacen? —pregunté.

Tres chicos corpulentos, pero visiblemente bajos de estatura, se voltearon en mi dirección. No me permití esbozar ninguna señal de miedo, que se fueran a la mierda con su intento de sonrisa lobuna, me salía mucho mejor a mí y lo había comprobado un sin fin de veces.

Levanté las cejas y volvía preguntar.

—¿Y? ¿Qué hacen?

—¿Te quieres unir, bonita? —preguntó uno de ellos con una sonrisa asquerosa y un evidente tono sugerente en la voz.

No le presté atención. Les pasé por un lado, con mi vista fija en el chico que temblaba acurrucado contra la pared. Sus manos cubrían algo sobre su pecho, cosa que no logré saber qué era hasta después. Me detuve frente a él y sus ojos conectaron con los míos.

¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora