FLANAGAN
Traly. Todo era sencillo con Traly, era como mi lugar seguro. Ferny me hacía sentir asustado, con el pulso y la respiración acelerados, y eso me asustaba. Traly, por el contrario, me hacía sentir tranquilo. Pero con Fern sabía qué esperar cuando estaba estaba enojada, con la rubia no.
Quizás por eso tenía tanto miedo de encontrarme con ella en la cafetería ese día.
Un balón pasó veloz frente a mi cara, apenas tuve tiempo se asimilarlo.
—¡Lo siento amigo! —pronunció Gerald, haciendo un gesto para que me quitara de en medio.
Torcí la boca al verlo. Aún no olvidaba el incidente con Alaia, y solo recordarlo me retorcía el estómago. De todos modos, me moví.
Caminé directo hasta las bandejas de comida y me paré en la fila del almuerzo. Para mi mala suerte, era corta, y en ese momento, deseé que fuese eterna. Mi turno llegó y la cocinera, con cara de odiar a cada alumno en esta escuela, me sirvió mi ración con desgana. No importaba qué tan mala cara me pusiera, yo le sonreí.
—Gracias, Gladis —dije, con todo el entusiasmo que podía.
La mujer me miró con cansancio.
—Otra vez tú... —murmuró—. Ya te dije que no me llamo Gladis.
—Jamás quisiste decirme tu nombre, así que se quedó Gladis, ¿no lo recuerdas?
El año pasado había estado de voluntario junto a Traly en la cocina. Ella decía que nos serviría en la Universidad así que no se lo cuestioné. Solíamos hacer todo juntos, hasta que me fui a Nueva York en las vacaciones para la premiere de una película que mamá estrenaba en ese tiempo. Hace poco más de un mes, de hecho. Pero ahora... La sentía algo lejana, y no dejaba de pensar que tenía algo que ver con Fern y todos los problemas en los que me había metido en tan pocas semanas.
Esa no era la imagen que ella tenía de mí. Lo entendía.
—Vete de aquí, niño —pronunció Gladis de mala gana, señalando con el cucharón las mesas.
—Adiós, Gladis.
Me soltó un gruñido y entonces me di la vuelta para caminar a una de las mesas junto a la pared al otro lado de la cafetería.
Era difícil caminar entre toda la gente bulliciosa dentro del lugar, pero siempre me las arreglaba. A veces solía verlo todo como una horrible jungla de humanos olorosos y hormonales, a veces violentos, y sumamente estúpidos, unos más que otros.
Había tres mesas bastante reconocibles para mí, y supongo que para muchos otros también. La mesa de los deportistas. Los leones reyes de la selva. Nuestra escuela era bien reconocida por ganar todos los torneos en cuanto a deportes se refería, y ellos, con su ego bien arriba, sentían que su lugar era el más alto dentro de la cadena alimenticia escolar. Quizás tenían razón. Amy estaba sentada ahí, con su melena castaña más abajo de sus hombros cayendo descuidada pero bien peinada tras su espalada, jugaba baseball, pero también tenía una reputación bien cuidada dentro de los muros de la escuela. Aunque... El año pasado, y este también, la había encontrado unas cuantas veces escabulléndose con Ferny detrás de las gradas, o en los baños entre clases, a veces en el estacionamiento detrás de todos los autos cuando ya solo los maestros y los chicos de los clubes estaban en la escuela.
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¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]
RomanceLos apellidos McCann y Rousseau no combinaban. Nunca lo hicieron. Al igual que Capuleto y Montesco. Él no tenía en sus planes compartir asiento con la persona a quien más le temía y tenía ordenes estrictas de alejarse. Ella, por otro lado, era de e...