En un asiento frío, en la sala de un hospital, en una ciudad en alguna parte del mundo, una chica sollozaba. Borracha, con los pies fríos y las manos temblando, esperaba impacientemente que alguien llegara. Estaba sola, lo había estado desde hace mucho tiempo, pero en ese momento necesitaba que alguien le dijese que todo estaría bien.
Movía sus rodillas de un lado a otro, pidiéndose a si misma no llorar. No quería que toda la gente en la sala de espera la viese derramar ni una sola lágrima, aunque todos estaban demasiado pendientes de sus propios asuntos como para prestarle atención. Aún así, era consciente de que la consternación en su rostro era palpable.
Echó un vistazo a la entrada de la sala.
Nada.
Y no parecía que en algún momento alguien fuese a llegar.
Se dobló sobre su estómago y se cubrió el rostro con las manos.
—Joder, joder, joder... —repitió, con las voz inestable.
¿Se sentía culpable? Sí. ¿Se arrepentía? No estaba segura. No le gustaba decir que se arrepentía de algo, cualquiera que fuera la cosa que hubiese hecho, pero esta vez sabía que habían rebasado un límite.
Aún sentía los pocos efectos del alcohol corriendo por sus venas, y estaba agradecida, si no fuera por eso, ya estaría derrumbada.
No podía parar de recordar ese momento en el que se desparramó entre sus brazos, con dolor.
No, no, no, no. No podía seguir pensando en eso. ¿De qué serviría martirizarse pensando que era su culpa? Debía pensar en otra cosa.
Sintió una corriente helada recorrerle los pies desnudos. Entonces levantó la cabeza. Un hombre entró en la sala. La chica se puso de pie de inmediato y lo observó desde su lugar. El sujeto buscó con sus ojos por todo el lugar hasta que dio con ella. La chica no aguantó más y caminó con paso firme y rápido hasta él.
—¿Qué pasó? —preguntó el hombre.
—Estaba bebiendo, entonces llegó, me empujó y empezamos a pelear —podía ver su cara de reproche, así que se obligó a soltar algo en su defensa—. Estaba borracha, no sabíamos lo que estábamos haciendo. Entonces me di cuenta de que había bebido, pero ya era tarde. Me dijo que se sentía mal y entonces... se... se...
Se enojó tanto consigo misma por no poder siquiera terminar, que las lágrimas salieron sin poder controlarlas. Y a pesar de la humillación que estaba sintiendo, sus brazos se enroscaron alrededor del hombre y sollozó con vergüenza sobre su camisa. Se odiaba así misma por ser una egoísta, y a pesar de eso, no estaba dispuesta a cambiarlo. Cerró los ojos con fuerza.
—¿Se va a morir? —se atrevió a preguntar.
Esperó y esperó, pero no hubo respuesta.
No tenían una respuesta.
Él ni siquiera le regresó el abrazo, y no supo qué fue lo que más le dolió. Que por su culpa alguien que, aunque no quisiese aceptarlo, quería, o que el hombre no quisiese abrazarla porque pensaba también que era culpa suya.
Era una egoísta, y ahora se daba cuenta de lo que costaba...
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Wolas, carebolas
No sé ustedes, pero yo digo que empezamos fuerte jaja
No me peguen.
No estaba segura de querer que esto tuviera un prólogo, pero ya lo tenía escrito y al final dije: Si, si, ya, a la chingada. Y henos aquí jaagdssj, publicándolo.
Fuerza de voluntad who?
Yo no sé qué eso jaja
Estoy muy emocionadaaaa, pero tengo hambre so... puej me wua a alimentarme.
Y como dicen los youtubers: No olvides suscribirte, darle like... Ok, no jsjsjs, pero un comentario o un votito sí que me haría muy felix <3<3
No leemos la próxima semana con el primer capítulo ;)
Cambio y fuera.
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¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]
RomanceLos apellidos McCann y Rousseau no combinaban. Nunca lo hicieron. Al igual que Capuleto y Montesco. Él no tenía en sus planes compartir asiento con la persona a quien más le temía y tenía ordenes estrictas de alejarse. Ella, por otro lado, era de e...