FLANAGAN
—¡Ya llegué! —anuncié apenas cerré la puerta tras de mí.
Nadie respondió.
Solté un suspiro y avancé por el recibidor. Nuestro apartamento se encontraba en el segundo piso porque a mamá no le gustaban mucho los elevadores, pero tampoco le gustaba subir escaleras. La última vez, los paparazzis se habían colado a nuestro jardín y habían encontrado a Hall, mi hermano, haciendo quién sabe qué con una chica en la cocina.
Papá los había denunciado.
Nuestra otra opción fue intentar pasar desapercibidos entre los tantos edificios en el centro de Santa Mónica. Con un youtuber célebre, una actriz famosa y un director de cine reconocido, ciertamente era bastante difícil. Constantemente me preguntaba por qué en mis venas no corría esa pasión por estar frente a una cámara, como mamá y mi hermano, y al contrario, mis habilidades se habían inclinado más a estar detrás una, como papá.
Pero había alguien que sí que servía para aquello...
Ya lo había dicho. Fern tenía una gracia extraña. Siempre se movía con demasiada pereza, y a la vez parecía que tenía todo bajo control. Sus zapatos se plantaban con firmeza sobre el suelo, y su cabello se movía de un lado a otro con el más simple movimiento, como si tuviese vida propia. Era guapa, no iba a negarlo. Pero lo más interesante era su actitud. No solía meterse con nadie si no le hacían algo antes, siempre caminaba por los pasillos como si todo y todos le importáramos un cacahuate, pero una que otra vez la había escuchado soltar comentarios en clase cuando alguien le decía a Alaia que estaba loca. Ella tomaba justicia por sus propias manos, y se veía muy bien haciéndolo.
Solo me parecía un ser retratable, eso es todo.
Y cuando se puso a recitar tonterías sobre el escenario, no me pude resistir. Parecía que estaba hecha para aquello, para actuar. Incluso diciendo tonterías se sentía como si fueran las cosas más importantes del universo.
Al menos... de mi universo.
Y entonces hice la cagada del siglo y caí sobre su pecho. Si se dio cuenta, prefirió no decir nada. Solo sé que se dedicó a verme con furia durante todo el rato que escuchamos al director Weasley sermonearnos.
—¡Mancillaron mi refugio! —gritaba la profesora de teatro, como buena dramática.
—¡Pero si no hicimos nada! —se defendió Fern.
Mientras tanto yo me quedaba sumergido entre mi camisa, con las manos apretadas sobre mi regazo.
—¡No hicieron nada porque llegué yo! —la profesora se volvió en dirección al señor Weasley— ¡Tiraron el telón!
Y era verdad. Cuando nuestros pies se enredaron en la tela pude escuchar el estruendo que hizo al caer.
Entonces nos miró a nosotros, con tanta furia, que incluso creí que su mirada asesina le hacía una justa competencia a la de Fern.
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¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]
RomanceLos apellidos McCann y Rousseau no combinaban. Nunca lo hicieron. Al igual que Capuleto y Montesco. Él no tenía en sus planes compartir asiento con la persona a quien más le temía y tenía ordenes estrictas de alejarse. Ella, por otro lado, era de e...