-Me habría gustado acampar en tierra para variar...- Se quejó Nami con cara de fastidio mientras jugaba con la cena.
-No había ningún hospedaje en tierra.- Respondió Usopp distraído.
-Ya, pero podíamos haber montado un campamento en la cala, hace tan buena temperatura y una brisa tan agradable...
La cena transcurría de forma tranquila, pues los hombres de la tripulación se veían demasiado cansados después de recibir tantas atenciones como para armar jaleo. Luffy, pese a seguir robando comida, lo hacía de forma silenciosa y casi automática, sin saber qué se estaba llevando a la boca exactamente, y el resto de la tripulación no hacía nada para impedirlo, por lo que el alboroto que se solía originar se había reducido a cero.
-Por lo que escuché en el puerto, es mejor quedarnos en el barco.
-Pero ¿qué escuchaste?- Zoro miraba a la arqueóloga apoyando su mejilla en su puño.
-Al parecer, no es seguro atracar en la isla de noche, por eso los barcos anclan a cien metros de la costa.
-¿Por qué?- Nami dejó de jugar con la comida de su plato, prestando atención a Robin.
-Hay una antigua leyenda que dice que hace mucho tiempo, cuando el hombre ni siquiera surcaba el mar, esta isla era habitada por seres extraños y malignos que arrasaban las cosechas y mataban por diversión. Un día, hartos de perderlo todo a manos de estas criaturas, la gente del pueblo decidió jugárselo todo a una carta, y cogiendo todo aquello que podían usar como arma, se lanzaron al combate. Muchos cayeron, pero sus ansias de proteger aquello que les era preciado fueron más fuertes que la desolación que sentían por haber perdido a tantos, y tras una ardua batalla, lograron alzarse victoriosos, sellando a las criaturas en una de las cuevas de la montaña. La victoria fue amarga para los aldeanos, pues un sentimiento agridulce cruzaba sus corazones. Sin siquiera celebrar la victoria, enterraron a sus muertos, con la solemne promesa de que nadie más moriría en las garras de aquellos monstruos. Sin embargo, había algo que no sabían. Entre las criaturas había un brujo de gran poder, que con la ayuda de la magia negra y gracias a su sed de venganza y la sangre derramada en aquellas fértiles tierras, logró librarlos del sello, causando la destrucción de los campos y las casas, y asesinando sin misericordia a todos los que se atrevían a quedarse en la isla. Todas las noches los gritos surcaban los cielos de la isla, y el hedor a carne quemada y sangre se esparcía con la ayuda del viento. Una noche, presas de la desesperación, subieron a un barco que se encontraba allí anclado decididos a no volver, pero para su sorpresa, ninguna de las criaturas les siguió hasta allí, aunque sí permanecieron durante toda la noche en la orilla, mirándolos con sus ojos rojos como la sangre, hasta que, con las primeras luces del alba, desaparecieron, permitiéndoles regresar. Desde entonces, los habitantes de la isla decidieron construir barcos que los mantuvieran alejados de la isla por la noche, permitiéndose así el lujo de quedarse junto a aquellos que habían muerto, custodiando sus tumbas y cumpliendo la promesa que les hicieron.
Un escalofrío surcó las espaldas de Nami y Usopp, mientras los demás miraban en silencio.
-¿Por qué sólo por la noche?- Usopp notaba como su piel se erizaba, no estaba seguro de querer saber la respuesta, pero la curiosidad podía más en aquel instante.
-En eso hay dos versiones... Unos dicen que fue el precio de jugar con la magia negra, que están malditos por todo el daño causado, y su castigo es el de no volver a bañarse con la luz del sol, sin embargo otros creen que los espíritus de sus ancestros cuidan de ellos para que nadie más vuelva a correr su suerte, y que sólo son incapaces de frenarlos por la noche debido a que ellos son seres de luz y los otros criaturas de la oscuridad.
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Cambios en el Thousand Sunny [One Piece]
Fiksi Penggemar-Cómo debería empezar... -¿Qué tal por el principio?- siseó molesto. -Supongo que es una buena idea.- Sonrió Robin.- Aún no te has dado cuenta, pero... Estás enamorado de Nami. Tras ser separados hace dos años, todos los Mugiwara saben que d...