DOMINIK
El día de mi cumpleaños, Haruki me dijo que fuera a su restaurante como eso de las nueve de la noche. Me dirigí al lugar como de costumbre, una vez que llegué y entré, me recibió una oscuridad que no duró, porque en segundos, Haruki y el profesor Heinrich encendieron las luces y salieron a felicitarme. Noté rápidamente que el lugar estaba repleto de globos dispersados y un pastel en una de las mesas junto con los regalos, aquello pareció un cumpleaños real. Por un momento me sentí tan vulnerable y solitario.
¿Cuánto me he perdido?
—¡Feliz cumpleaños Dominik! —dijo Haruki por segunda vez.
—Gracias por este detalle, no me lo esperaba —admití con sorpresa.
—Haruki me dijo que no celebras tus cumpleaños —comentó el profesor—. El año pasado dijiste que ibas a celebrarlo, y ahora vengo a enterarme que no fue así.
—Lo siento —me disculpé—. Pero no quería molestarlo.
—No es molestia Dominik, y mucho menos cuando se trata de tu cumpleaños —añadió el profesor.
Tomamos asiento en una de las mesas y durante la cena, el profesor Heinrich nos contaba acerca de la batalla del mar del coral. Resulta que él antes de dar clases de neurología, era profesor de literatura. Me contó que siempre le interesaron los países, y en especial Japón, y que todo lo que había sucedido entre ambos países era para sorprenderse.
—Hace un par de años, el 7 de mayo comenzó la batalla naval entre Japón y las fuerzas armadas de Estados unidos y Australia —comenzó a contar el profesor Heinrich.
Haruki me dio un suave golpe por debajo de la mesa, que hizo que lo mirara de reojo. Estaba sonriendo con diversión.
—En ese entonces sus aviones localizaron una sección japonesa en el Mar de Coral...
Disimuladamente le regresé el golpe con la rodilla. Haruki me miró y entonces me piso con su zapato por encima del mío, lo que hizo que diera un suave brinco en la silla. Haruki retrocedió un poco intentando no reír.
—Se dice que la atacaron y consiguieron hundir un portaaviones...
Estiré mi pierna para alcanzarlo, pero mientras más intentaba acercarme, más alejaba su pierna.
—Al día siguiente localizaron una segunda fuerza y la atacaron tan severamente que emprendió la retirada —continuó el profesor Heinrich, hasta que se detuvo—. Dominik y Haruki ¿me están escuchando?
Ambos nos acomodamos en la silla con seriedad.
—Si profesor, por favor, continúe —respondí. Llevé mis manos disimuladamente a mi boca, intentando no reírme.
Al cabo de unos minutos, el profesor Heinrich sacó una botella de vino para acompañar con el pastel. Estaba levantado a un costado de la mesa intentando abrir la botella de vino, cuando en eso, el corcho salió volando hacia mi dirección, cayéndome por encima de mi ceja derecha. Solté un quejido mientras llevaba mis manos a mi rostro.
—Dominik, ¿estás bien? Lo siento mucho —se disculpó el profesor Heinrich—. No era mi intención.
—Estoy bien —dije con tranquilidad.
—Estás sangrando —comentó Haruki asustado—. Esperen aquí, iré por un botiquín.
Haruki se levantó de la silla y se dirigió a un pasillo donde había una escalera. Lo vi desaparecer por ahí. No tardó mucho cuando regresó con el botiquín en sus manos. Se acercó a mí y me inspeccionó la herida.
—¿Es grave? —pregunté.
—No, estarás bien —respondió Haruki con serenidad.
Me dio gracia al darme cuenta que soy yo quién debería curarme en vez de él, pero verlo abrir el botiquín y sacar una crema, me sentí muy agradecido. Lo vi abrir la crema para comenzar a untármela en la herida. Solté un quejido cuando sentí un ardor.
—Lo siento —se disculpó. Alcé la vista, encontrándome a Haruki a unos centímetros de mí. Su mirada estaba en mi herida, cuando en eso la desvió hacia mí, ambos nos quedamos un momento mirándonos el uno al otro, hasta que él retrocedió para guardar la crema en el botiquín—. Listo, pronto se curará.
Después de un buen rato nos despedimos del profesor Heinrich en la entrada del restaurante, regresamos adentro y nos sentamos en la mesa para escuchar música de la radio mientras bebíamos el resto del vino.
HARUKI
Me serví la última gota que quedaba del vino en la copa y después le di un trago.
—¿Qué tal te pareció tu cumpleaños? —inquirí, dejando la copa sobre la mesa.
—Mucho mejor que los otros, gracias Haruki, la verdad no me lo esperaba —respondió.
—Ni lo digas, de ahora en adelante celebraremos nuestros cumpleaños juntos ¿me escuchaste? —él asintió sigilosamente.
—¿Por qué invitaste al profesor Heinrich?
—No sabía a quien más invitar, nunca me dijiste si tenías más amigos y no solo quería ser yo, creo que eso hubiera sido muy aburrido, ¿no crees?
—Para nada, me cae muy bien el profesor, es de las pocas personas que realmente aprecio, y al mismo tiempo disfruto compartir estos momentos contigo —comentó apoyando los codos sobre la mesa—. Y si nunca te lo dije, fue porque no tengo amigos.
—¿Siempre andas solo? —inquirí.
—Así es.
—¿Y te gusta? quiero decir, ¿Te gusta la soledad?
—Yo creo que a nadie le gusta realmente la soledad, pero a veces no te queda de otra.
De pronto, empezó a llamarme su manera de hablar, era como si estuviera buscando las palabras en el vacío o en un lugar desconocido. Algo extraño se dibujaba en su rostro, traté de averiguar que era, pero al final no lo logré.
Dominik se encontraba sentado a mi costado en silencio bebiendo el vino de su copa, lo miré de reojo por un momento. Contemplé la ternura de sus facciones tan delicadas, su cabello rubio y un poco despeinado, diría que tal vez era por la hora, pero en realidad siempre lo llevaba así. Dominik alzó la vista y fue entonces cuando me descubrió observándolo.
—¿Que? —inquirió con suavidad.
—Nada.
Dominik me observaba como si estuviera esperando algo. Entonces lo contemplé detenidamente. Sin pensarlo, me acerqué a él con un movimiento mínimo, acortando el poco espacio que quedaba entre nosotros. No sabía lo que hacia con exactitud, tampoco me detuve a analizarlo. Era como si mi cuerpo se moviera solo y ya no me pertenecía. Solo me dejé llevar por mis impulsos y me vi a mí mismo inclinarme hacia delante en dirección a él, y fue entonces cuando nuestros labios se rozaron con suavidad. Algo dentro de mí me decía que lo hiciera, que me acercara un centímetro más para poder tocar sus labios por completo. Me sorprendí de mí mismo por la intensidad de mi deseo. Y sin más, lo hice. Saboreé aquel beso cálido y dulce como si fuese un caramelo. No duró nada debido al miedo que me surgió en ese preciso instante. Fue entonces cuando reaccioné. Me aparté de él con un respingo regresando a la realidad.
¡Dios mío! ¿Qué he hecho?
Me sentí horrorizado que ni tiempo me dio de verlo a la cara ni mucho menos de disculparme. Me sentía avergonzado y helado al mismo tiempo.
Dominik se levantó después de un rato, lo vi tomar sus regalos con serenidad.
—Debo irme.
No dije nada. Solo asentí aún avergonzado. Lo vi alejarse de donde estaba dejándome aterrorizado.
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La vida que no tuvimos
RomanceDominik es un joven Alemán que ha llevado una vida difícil, un día se ve obligado a hacer algo que le cambiará la vida, pero no sin antes conocer a Haruki, un joven Japonés algo peculiar y curioso que le hará ver el mundo de una perspectiva diferent...