DOMINIK
Llegué a la casa a las cuatro y media de la tarde, dejé el equipaje en mi habitación, para después tomar una ducha. Mientras me cambiaba de ropa, saqué la fotografía que Haruki me había dado de él mismo. Deseé tanto estar con él en estos momentos.
—Apúrate Dominik —escuché la voz de mi padre a lo lejos.
Mi padre había reservado una cena para esta noche. Debido a que vendrá el oficial Albert con su esposa y su hija Greta para hablar de los planes de boda. No estaba de humor para una cena, ni mucho menos para hablar de planes de boda, la cual no quería ni deseaba. Pero en este mundo no tenía ni voz ni voto. Cada paso que daba, y cada acción que tomaba, me acordaba más a Braunt. Tenía miedo de perderme a mí mismo definitivamente. "Jamás permitas que alguien te prohíba hacer algo que tú no quieres, porque si lo haces, te perderás a ti mismo". Aquellas palabras me torturaban la mente.
Bajé a la sala cuando todos llegaron, pasamos a la mesa y comimos mientras el oficial Albert y mi padre hablaban entre ellos. No tenía apetito ni tampoco ánimos de sonreír o platicar. Lo único que deseaba era salir corriendo de este horrible lugar.
—Dominik, ¿Por qué no salen al jardín tú y Greta? —propuso mi padre.
A regañadientes, me levanté de la silla y salí con Greta a mi lado.
—¿Estás de acuerdo con esta boda? —me atreví a preguntarle.
—Esté de acuerdo o no, eso ya no importa —respondió.
—Claro que importa —dije mirándola—. Nadie nos puede obligar a cometer semejante tontería.
—¿Tontería? ¿Así lo ves tú? —preguntó mirándome fijamente.
—¿Tú no?
—Si nos casamos, es por negocios —añadió, desviando su mirada al frente.
—¿Y eso a ti no te importa?
—No realmente —contestó—. Pero parece que a ti sí.
—Por supuesto, ¿Acaso crees que estoy feliz de este matrimonio concertado?
Greta se detuvo de golpe a mitad del jardín, lo cual yo también hice.
—¿Te gusta alguien? —inquirió, sosteniéndome la mirada.
—Eso no te incumbe.
—¿Te gusta ese chico? —preguntó. Alcé la vista para mirarla a los ojos—. Mi padre dice que tuviste una desviación con tu propio amigo.
—¿Qué dices?
—Eso le dijo tu padre, y que fue por culpa de tu amigo, ¿Cómo se llama? —llevó su mano al mentón pensativa—. Oh, ya recuerdo, Haruki, pero no te preocupes, estoy segura que eso solo fue para experimentar.
—No lo fue —contesté entre dientes—. Me gusta Haruki.
Greta me miró con seriedad.
—Será mejor que lo olvides, porque pronto seré tu esposa, y yo no quiero un esposo marica.
—¿Entonces para que te casas conmigo? Jamás dejaré de amar a Haruki, y eso ni tú ni mi padre ni cualquier persona me hará cambiar de opinión.
—¿Alguna vez has considerado ir con un doctor? —comentó. Le di una mirada de disgusto.
—Estás loca —resoplé con fastidio.
—Dime Dominik, ¿Desde cuando comenzaron a gustarte los chicos? —preguntó cruzándose de brazos.
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La vida que no tuvimos
RomanceDominik es un joven Alemán que ha llevado una vida difícil, un día se ve obligado a hacer algo que le cambiará la vida, pero no sin antes conocer a Haruki, un joven Japonés algo peculiar y curioso que le hará ver el mundo de una perspectiva diferent...