Capítulo 23

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HARUKI

A finales de la semana, recibí otra llamada de Dominik, corrí a mi habitación para contestar el teléfono.

—¿Dominik? —dije con mucha esperanza.

—Él mismo habla.

—Dios, no sabes cuanto extrañé escuchar tu voz —admití mientras me sentaba en la cama.

—Y yo la tuya.

—¿Cómo van los planes de boda? —pregunté con un nudo en la garganta. Dominik se quedó en silencio por un momento.

—Bien, supongo, debo admitir que Greta es insoportable —contestó—. ¿Sigues tomando fotografías?

—Rara vez lo hago.

—¿Por qué?

—No he tenido ánimos de salir de casa —confesé—. Aparte no puedo hacerlo, no sé cuándo me hablarás, ¿Qué pasa si lo haces mientras no estoy?

—Haru, debes continuar con tu vida.

—No puedo. No quiero.

—Eres necio.

—Lo soy.

Escuché una leve risa, lo que me hizo sonreír.

—Asómate por la ventana —añadió poco después.

Me levanté de la cama, y tomé el teléfono conmigo, jalé todo el cable hasta llegar a la ventana.

—¿Lo ves? ¿Ves la luna como yo la veo? —preguntó.

—Si, la veo —asentí torpemente sabiendo que él no podía verme.

—Es hermosa, ¿No crees?

—Lo es —respondí. Intentando no llorar—. Me gustaría ver la luna a tu lado.

—A mí también me gustaría.

—Dios, odio todo esto —solté con enfado—. Te quiero tanto que duele. No sabía lo que el amor puede llegar a hacerte.

Dominik guardó silencio. Pude escuchar su respiración pesada a través del teléfono.

—Sabes Haruki, cada vez que veo tu fotografía, por un momento puedo sentir que estás aquí conmigo. No sabes la falta que me haces. Desde que perdí a mi hermano se me había dificultado llorar, pero desde que te conocí, descubrí que aun soy capaz de hacerlo. Cada vez que me acuesto para dormir, te tengo en mi mente, el silencio de mi habitación se siente como una canción de cuna, y puedo escuchar tu voz resonando dentro de mí —se detuvo un momento y después continúo—. Siempre me sentí perdido en el mundo, pero tú me encontraste, entonces yo ya no era invisible para nadie o al menos no para ti. Descubrí que contigo ya no me siento perdido, bueno, no del todo. Gracias a ti Haruki, sé dónde pertenezco, tú eres mi hogar no importa lo que pase.

—Y tú el mío. Estos últimos días de no verte, he comprendido cuanto te necesito. Tu ausencia se siente como un cristal roto que se incrusta en mi pecho y no me permite respirar. Extraño tu calor, tu aroma inundando mis fosas nasales, el roce de tus manos junto a las mías, aun sigo teniendo tu voz resonando en mi cabeza y diciéndome lo mucho que me amas —confesé con la voz entrecortada—. Ahora todo me parece insignificante e insoportablemente aburrido, pero, aun así, sigo trabajando con mi madre en el restaurante para mantenerme ocupado y no sentirme tan mal por no verte, ¿Sabes lo difícil que es?

—Me siento de la misma forma que tú. Antes de conocerte, solía sentirme como si estuviese dormido por un gran rato, pero entonces llegaste tú y me despertaste de aquella pesadilla. Me has regresado a la vida donde descubrí no solo la felicidad, sino también lo que es el amor —añadió algo abatido—. El mundo es un lugar terrible, pero he aprendido a no tener miedo, porque tú Haru, eres real y vives en el mismo mundo que yo, y eso lo hace menos terrible. Tu eres lo que más amo del mundo. Probablemente no estemos seguros en él, pero mientras pensemos en el uno al otro, estaremos bien, recuerda que eres el centro de mi mundo. Eres como el aire que respiro, no puedo vivir sin él, como tampoco puedo vivir sin ti. Y no importa donde me encuentre, siempre pensaré en ti.

Nos quedamos en silencio, logré escuchar sus sollozos a través del teléfono. Yo también estaba llorando desconsoladamente. Sentía una opresión en el pecho que se hacía cada vez más tenso y pesado.

—Entonces dime que no lo harás, que no te casarás —añadí con la respiración entrecortada. Dominik permanecía en silencio sin decir nada—. No puedes hacerlo. Eres demasiado bueno, un hijo educado y responsable.

—Haru...

—Por favor dilo, "me olvidaré de mi padre y huyamos a algún lugar juntos" —le supliqué con la voz rota.

—Debo irme —contestó finalmente.

—No te vayas —me apresuré a decir.

—Que tengas buena noche —colgó.

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora