Capítulo 9

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DOMINIK

¿Qué es la felicidad?

A los siete años sabía que las cosas no estaban bien en casa. Mis padres solían discutir y raras veces los veía hablando. Siempre eran gritos y gritos. Era cansado tener que esconderme en mi habitación intentando no pensar en eso, pero mientras más lo intentaba, menos funcionaba. En ese entonces mi hermano era muy pequeño. Solía llevarlo conmigo y resguardarnos dentro del closet. Era como si en ese diminuto espacio estuviéramos a salvo.

Mientras fuimos creciendo. La relación de mis padres seguía igual o incluso peor. Recuerdo una noche cuando tenía doce años, vi entrar a mi padre muy ebrio, mi madre le reclamaba a gritos por qué llegaba tan tarde a casa. Me sobresalté del susto cuando mi padre abofeteó a mamá y la hizo caer al suelo. Aquella táctica siempre le funcionaba. Resulta que cada vez que mi padre la golpeaba, ella terminaba guardando silencio. Entonces ya no había gritos, ni reclamos ni absolutamente nada. Mamá dejó de quejarse y papá comenzó a llegar tarde, incluso había días donde no llegaba a casa, en esos días mamá lucía tranquila, pero la tranquilidad nunca duraba demasiado.

Había noches donde los gritos de mamá se transformaban a unos aterradores, desde mi habitación se escuchaban como gotas gruesas de lluvia que caen por la ventana. Cuando sucedía eso optaba por refugiarme en mi guarida con mi hermano para estar a salvos, una vez dentro todo desaparecía. El siguiente día mamá llevaba unos golpes en el rostro o en su cuerpo, jamás nos decía nada ni yo tampoco le preguntaba, aunque no era necesario, porque ya sabía la respuesta.

Me preguntaba cuando se terminaría todo eso. ¿Papá dejará de lastimar a mamá? Creí ingenuamente que eso sería todo. Hasta que nuestro padre comenzó a golpearnos a mí y a mi hermano Ludwig. Era un dolor insoportable. Me dejaba marcas de sangre en la espalda, debido al cuero del cinturón que siempre llevaba para ir al trabajo, y que solía quitarse cuando llegaba a casa. Mi hermano comenzó a aislarse y de repente un día dejó de hablar. Había días donde se orinaba en la cama y donde lo encontraba llorando dentro del closet. Una noche entré con él y nos sentamos en la oscuridad en silencio. Era como si nos teletransportáramos a otro lugar, uno donde no hubiera dolor. Donde no existe el sufrimiento ni la tristeza.

—Nik —susurró, me sorprendí al escucharlo hablar, y llamarme como le gustaba hacerlo—. ¿Por qué papá es así con nosotros?

—No lo sé, tal vez está enojado y por eso nos golpea.

—Pero no le hemos hecho nada —musitó—. ¿Acaso no nos quiere?

—Claro que nos quiere Ludwig, ¿cómo dices eso?

—¿Entonces por qué nos lastima? Una persona no lástima a quién quiere.

Me quedé en silencio sin la capacidad de responder aquello. ¿Por qué lo hace? No tengo la respuesta.

—No todos tenemos a la familia que merecemos —murmuré después de un rato. Me percaté que mi hermano dormía en mi hombro, se veía muy agotado pero tranquilo después de todo—. Te prometo que te cuidaré y te protegeré de todo el dolor que hay en el mundo.

Lamentablemente no pude cumplir mi promesa. Mi hermano fue una de las personas que tanto sufrió en su corta vida. No logró vivir lo suficiente ni tampoco pudo llegar a conocer la felicidad. Su vida se basó en dolor y más dolor. Desde entonces descubrí que tal vez mi vida no está hecha para ser feliz. Todo se basaba en miseria y miedo, y ya no era capaz de definir que se suponía que significa serlo.

No sé que es la felicidad actualmente. Nunca llegué a sentirla ni mucho menos a conocerla. Hay noches de insomnio donde le pregunto a la oscuridad ¿Que es la felicidad? pero no sabe responderme, porque incluso la oscuridad no conoce aquella palabra que tantos anhelan. Así que un día simplemente la olvidé, aquella palabra ya no pertenecía a mi vocabulario, se terminó por convertirse en algo inexistente y fuera de mi alcance.

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora