Capítulo 11

113 3 0
                                    

DOMINIK

Durante la semana de clases del mes de abril, llegué a la conclusión de que tal vez la educación universitaria ya no tenía ningún sentido. Al menos para mí ¿De que servía seguir estudiando si mi vida era tan miserable? No podía dejar de sentirme un inútil.

Me encontraba con el profesor Heinrich en el aula. A él lo conocí el primer año de la universidad, siempre me ha parecido un hombre responsable y respetable. Tiene 45 años y nunca se casó, ni tampoco tuvo hijos. Desde entonces siempre ha sido mi instructor.

El día viernes estábamos hablando acerca de las neuronas en el salón de clases, él solía darme clases extras de vez en cuando. De pronto alzó la vista y me preguntó algo que me tomó por sorpresa.

—Has estado muy ido estos últimos días, te he notado distante y deprimido, podría pensar que es por la universidad, pero algo me dice que no es así ¿Es por ese chico? —comentó con firmeza—. ¿Te gusta verdad?

—¿Quién? —mi voz salió como un hilo lleno de confusión.

—Haruki —respondió—. ¿Te gusta Haruki?

—Esa es una pregunta muy directa.

—Lo es, pero esa no es una respuesta —añadió—. Se nota que te agrada demasiado, nunca antes te había visto así. Y eso que llevo un par de años de conocerte.

—Claro, es mi amigo.

—No me refiero a eso —comentó con serenidad—. Lo que yo logro ver entre ustedes va más allá de una amistad.

—¿Si has notado que es un chico? —mi voz sonó a la defensiva.

—¿Y? sigue siendo una persona —contestó—. Escucha Dominik, estas cosas solo suceden una vez en la vida, probablemente ahora estás pensando que eso está mal y que no debería tan siquiera comenzar, pero no seas así de cruel contigo mismo, si intentas alejarlo, solo terminarás lastimándote y no solo a ti. No tengas miedo por lo que sientes, recuerda que las mejores oportunidades solo suceden una vez, cualquier decisión que tomes, espero que no te arrepientas.

—No sé de qué habla —solté tratando de mantener la calma—. Haruki y yo somos dos chicos, no puede pasar nada entre nosotros.

—¿Y por qué no? —inquirió—. Al final el amor es lo mismo, sin importar a quién ames.

—¿Que dice? Con mucho respeto profesor Heinrich, pero si alguien llega a oírlo decir eso, probablemente piensen que está mal de la cabeza. Ya ve lo que sucede con esas personas, terminan encarceladas.

El profesor soltó una leve risa, para después tomar compostura.

—Escucha bien lo que te diré Dominik, y espero que te sirva de algo. Hace años me pasó algo similar. Conocí a un joven un año menor que yo, en ese entonces tenía 18 años. Él era único hijo y provenía de una familia adinerada. Nos hicimos muy amigos, más que eso, éramos íntimos y confiábamos el uno al otro. Todas las tardes salíamos a dar un paseo, y hubo una noche donde nos besamos por primera vez. Fue la sensación más hermosa y honesta que haya sentido jamás en mi vida —el profesor Heinrich se detuvo un momento para después continuar—. Creíamos que aquello era simplemente la amistad, que nos queríamos y nos teníamos mucho aprecio, hasta que ambos descubrimos que nos gustábamos más allá de una simple amistad. Pero lamentablemente nunca pasó nada más.

—¿Por qué? —inquirí con curiosidad.

—Bueno, él y yo teníamos miedo sobre el que dirían, era muy extraño que dos hombres se amaran. Y un día nos enteramos que sus padres lo mandarían a estudiar a otro país, y así fue que terminó lo nuestro, tampoco hicimos algo para detenerlo, tal vez aquel miedo y amor se esfumaría, tal vez nunca fue real y solo nos confundimos —añadió mientras se levantaba de la silla.

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora