Capítulo 13

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DOMINIK

Descubrí que estar enamorado es sentir como la presencia de aquella persona te libera de toda maldad. Pero también descubrí, que si tanto amas a alguien, debes mostrarle tu lado oscuro, ese que nadie alcanza a ver y que te arriesgas a lastimarlos o incluso a decepcionarlos.

Con Haruki había descubierto que en la oscuridad podía encontrar una pizca de luz. Probablemente él es aquella luz que me ha iluminado. Comencé a experimentar nuevas emociones. Nunca antes había sentido esto. A veces me imagino rozando mis dedos entre sus labios una y otra vez, hasta finalmente besarlo. Porque me gusta besarlo. Sentirlo cerca de mí y así también, tocar su piel. Tenía miedo a que todo esto terminara, y que al final aquella maldad regrese a mí, que todo lo malo que hay en mí salga a la luz.

Me encontraba con Haru en un parque vacío. Lo vi girarse hacia mí para tomarme una fotografía.

—¿Recuerdas la primera foto que te tomé? —me preguntó.

—Claro, como olvidarlo —sonreí—. Fue la primera vez en que nos conocimos.

—Bueno, te mentí aquel día —admitió avergonzado—. Yo... no eliminé tu fotografía.

—¿Que dices? —dije sorprendido—. Me alegra que no lo hayas hecho.

—¿No estás molesto?

—Para nada, puedes quedártela.

Haruki se recostó en el césped sin quitar su mirada de la cámara. Lo observé en silencio detalladamente. Él sonreía alegremente mientras el viento movía su cabello largo y oscuro. Me acosté también en el césped mirando el cielo azul. Unos minutos después, Haru recostó su cabeza en mi regazo. Nos mantuvimos así por un largo rato, hasta que él habló.

—¿Eres feliz conmigo? —preguntó.

—Por supuesto ¿por qué lo preguntas? ¿Acaso lo dudas? —inquirí con desconcierto.

—Es que estos días te he visto distante. ¿Pasa algo?

—Estoy bien, Haru. No tiene nada que ver contigo.

—Entonces si pasa algo —comentó—. A veces me gustaría saber qué piensas, o tal vez que seas honesto conmigo y me cuentes que te sucede cuando lo pregunto.

No pude contestarle. Estos días me había comenzado a sentir muy mal debido a las decisiones que había tomado y que iban a influenciar en mi futuro.

—Bien, ¿qué quieres saber de mí? —le pregunté. Haruki se sentó en el césped para verme. Yo también me senté, quedando frente a él.

—¿De verdad me contarás más sobre ti?

—Claro, te dije que te contaría sobre mí, y hoy es ese día.

—Háblame de tu familia. ¿Como era tu mamá? ¿Tenías hermanos?

—Mi madre siempre fue una mujer honesta, decidida y, sobre todo, trabajadora, pero cambió demasiado cuando mi padre comenzó a golpearla, ella se convirtió en alguien callada, su mirada ya no tenía ese brillo de antes y lo poco que quedaba de ella, se fue el día en que mi hermano menor falleció —comenté con algo de dificultad.

—Lo siento mucho Dominik, no debí preguntar eso. Discúlpame.

—No lo sientas —añadí con una diminuta sonrisa—. Sabes Haru, soy una persona bastante dañada.

—¿Qué dices?

—Nunca te lo he dicho, pero desde hace tiempo me he sentido muy vacío, como si estuviese muerto —confesé—. Cuando era niño solía ver a mi padre golpear a mi madre, mi hermano y yo nos ocultábamos en el closet para no pensar en eso. Poco tiempo después mi padre comenzó a golpearme a mí y a mi hermano Ludwig. Eso terminó el día que mi hermano murió de una enfermedad pulmonar, y poco después, mi madre se fue de la casa, jamás la volví a ver.

—Dios santo Dominik, no lo sabía.

—¿Sabes Haru? Desde ese entonces extraño mucho a mi hermano. Tan solo tenía diez años. Mi madre terminó por abandonarme y yo me quedé solo en casa porque mi padre rara vez regresaba debido a su trabajo, lo que me llevó a mudarme aquí —añadí mirándolo—. Como te conté aquel día, en la preparatoria fue donde conocí a Braunt, él se había convertido en mi mejor amigo, pero a los pocos días de graduarnos, fue cuando se suicidó.

—No puedo imaginarme el dolor que has sentido todos estos años —comentó entre sollozos, me sorprendí al verlo tan vulnerable, creo que debería ser yo el que tendría que estar llorando en estos momentos—. Has estado solo todo este tiempo, cargando con ese dolor, pero ahora me tienes a mi Dominik.

Lo miré y asentí con una sonrisa cálida.

—Si te lo cuento, es porque no quiero que pienses que no me importas o que quizás te estoy ocultando algo cuando no es así —comenté, acariciando sus manos con suavidad—. Mi vida es algo lamentable, lo que me lleva a no hablar sobre ella debido a eso, espero que me entiendas.

—Claro que te entiendo, y gracias por abrirte a mí Dominik.

Por primera vez en mi vida, sentí como me liberaba de aquel peso que había estado cargando en mis hombros por muchos años.

HARUKI

El día sábado, Dominik y yo fuimos a visitar al profesor Heinrich. Nos había invitado a comer a su casa debido a que era su cumpleaños. Yo había traído un pastel hecho por mí mismo de sabor a chocolate, que se lo obsequié.

—Espero que le guste —se lo extendí.

—De seguro está delicioso —dijo mientras lo tomaba.

Nos sentamos en la mesa para comenzar a comer. Mientras tanto, el profesor nos contaba porque había decidido dar clases.

—Mi padre era maestro de historia, muchos decían que era un hombre sabio y culto. Recuerdo que cuando tenía 8 años yo quería ser como él. Mi padre me contaba que ser maestro era muy importante para él. A mi padre le apasionaba compartir sus conocimientos con sus alumnos. Lamentablemente mi padre falleció de una enfermedad. Nunca antes había visto un funeral tan alegre como el que tuvo mi padre. La gente lo apreciaba demasiado, esa vez me tocó conocer gente que lo quería y apreciaba.
Años después de graduarme, decidí convertirme en profesor, fue entonces cuando comprendí que enseñar a los jóvenes es un arte que no se compara con nada. Cada joven te recordará sin importar los años que pase, y ellos formarán parte de la tuya.

—¿Aún recuerda a sus alumnos pasados? —le preguntó Dominik mientras llevaba un trozo de papa a la boca.

—Claro, y ellos a mí —le respondió—. Para ser recordado, tienes que dejar una buena impresión en la gente. Solo así, te sentirás feliz por aquellos momentos compartidos que en un futuro se volverán inolvidables.

Cuando terminamos de comer, me levanté de la mesa para ir al baño. Me lavé las manos y tomé la toalla para secármelas. Salí del baño en silencio, y me detuve a mitad del pasillo cuando alcancé a escuchar mi nombre. Me detuve un momento para averiguar de que hablaban.

—Estás preocupado por Haruki ¿no es así? —le preguntó el profesor.

—Si —le respondió Dominik.

—¿Le has dicho la verdad?

—Aún no.

—Debes hacerlo pronto, sino te quedarás sin tiempo y sabes que es lo que menos tienes.

¿Tiempo? ¿A qué se refiere?

—Lo sé, pero... —logré escuchar a Dominik suspirar abrumadamente—. No quiero lastimarlo.

¿Habla de mí? ¿Lastimarme con qué?

—De todas maneras, lo harás —agregó el profesor—. No seas egoísta Dominik, y mejor sé honesto de una vez.

Al cabo de un rato, cuando nos fuimos de la casa del profesor. Dominik venía a un costado de mí en silencio, yo no podía quitarme de la cabeza aquella extraña conversación.

—¿Tienes algo que decirme? —inquirí.

—¿Qué? No.

—Te escuché decírselo al profesor Heinrich.

—No es nada importante.

Noté como se tensaba. Por alguna extraña razón, sabía que Dominik me estaba ocultando algo, y ese algo, no parecía ser bueno.

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora