Capítulo 18

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DOMINIK

El día jueves iba saliendo de clases, cuando dos oficiales se acercaron a mí y me tomaron de los costados de cada brazo.

—¿Qué hacen? —pregunté sobresaltado.

—Tienes que venir con nosotros —contestó uno de ellos mientras me llevaban a la fuerza hacia un auto.

—¿A dónde me llevan? —añadí.

—Guarda silencio —respondió el otro hombre con dureza.

Intenté zafarme, pero no pude, debido a que ellos tenían más fuerza que yo. Quise gritar, pero en eso, sentí un golpe en la nuca que hizo que perdiera el conocimiento.

* * *

Me desperté amarrado en una silla. Me dolía demasiado la cabeza que no lograba comprender que estaba haciendo allí y como llegué a ese lugar. Me percaté de dos oficiales que llevaban el traje parecido al de mi padre. Entonces me di cuenta que él estaba detrás de todo esto.

—¿Por qué estoy aquí? ¡Suéltenme! —grité desesperado—. Quiero ver a mi padre.

—Son órdenes de él, así que guarda silencio —respondió aquel hombre.

—¿Qué dices? —pregunté desconcertado.

La puerta se abrió, dejando ver a mi padre.

—Déjenos un momento a solas —les dijo mi padre a los oficiales.

—¿Qué estoy haciendo aquí? —pregunté rápidamente—. ¿Por qué me trajiste?

—Cállate y escucha lo que voy a decirte —lo vi jalar una silla y la colocó frente a mí—. Uno de mis oficiales te vio tomado de las manos con un hombre, ¿Eso es cierto, Dominik?

Lo miré en silencio asustado.

—¡Respóndeme! —gritó—. ¿Eres gay? ¿Esa es la razón por la que no quieres casarte?

—Si —confesé en un susurro.

—¿Qué dijiste? —me miró con repulsión.

—Dije que soy gay —respondí mirándolo directamente a los ojos.

Mi padre se levantó de la silla y me abofeteó con fuerza en la cara.

—Me das asco —soltó con dureza—. Te dejé que estudiaras lo que quisieras, te conseguí un buen futuro con una buena mujer ¿Y me pagas con esto?

—Yo jamás te pedí eso.

—Eres un bueno para nada —vociferó—. Solo porque eres mi hijo, no quiere decir que dejaré que te salgas con la tuya, pero si no tuviera un cargo importante, todo esto podría estar fuera de mis manos.

—¿Qué quieres decir?

—La ley es la ley, y has cometido un delito.

—No he hecho nada —añadí confuso.

—¿Ah no? —me miró con mucho enfado—. ¿Qué te gusten los hombres no es nada? Por eso necesito corregir tu desviación, para que te apartes de ese joven con el que estás saliendo.

—Él es solo un amigo —respondí.

—¿Me quieres ver la cara de imbécil? —espetó molesto—. Si me sigues mintiendo, no te podré ayudar Dominik, así que te daré una última oportunidad. ¿Te casarás con Greta o quieres que te mande a un sanatorio de salud mental?

—¿Qué dices?

—Lo que oíste. A mí no me importa si tu amigo es un marica, pero yo no voy a permitir que mi hijo también lo sea. No puedes juntarte con ese tipejo, la gente pensará que tú también lo eres y eso hablará mal de mí. El oficial teniendo un hijo marica —resopló con enfado.

—Ser gay no significa dejar de ser hombre —dije entre dientes.

Mi padre me miró y volvió a abofetearme la cara. Esta vez escupí sangre.

—Te lo advierto Dominik, si sigues viendo a ese amigo tuyo, daré una orden para que se lo lleven detenido por cometer un delito. ¿Eso quieres? —negué rápidamente con la cabeza—. Bien, entonces debes obedecerme. Tienes dos días para regresar a la casa, si no lo haces, dejaré de pagarte los estudios, y me encargaré yo mismo de tu amigo ese.

—Esto es injusto —murmuré entre sollozos.

Mi padre caminó hacia la puerta de salida, y antes de irse, me miró.

—Nada es justo en esta vida —añadió, y después se fue.

* * *

—¡Dios mío Dominik! ¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso? —me preguntó Haruki cuando me vio, tenía una hora esperándome fuera de la residencia.

—Fue mi padre, él se enteró de lo nuestro —admití avergonzado.

—¿Qué dices?

—Me dijo que, si no le hago caso, me meterá a un sanatorio mental, y a ti te meterá a la cárcel por delito. Y eso no es todo, quiere que me regrese a vivir a la casa de nuevo, pero si lo hago, eso implica no verte.

—¿Cómo se enteró? ¿De verdad sería capaz de hacer algo así?

—Sí, por eso Haruki, no quiero que te pase nada malo, mi padre es capaz de meterte a la cárcel si no lo obedezco —llevé mis manos a mi cabello exasperado—. Esto es una locura, no sabes cuanto odio a mi padre por hacerme la vida tan miserable, ahora comprendo lo que sintió Braunt con su padre, y que fue lo que lo llevó a cometer esa brutalidad.

—Dominik, ¿Qué estás diciendo? si tu llegaras a hacer lo que tu amigo hizo, te juro que me muero contigo.

Lo miré en silencio por un momento, lo tomé del brazo y lo jalé a mí para abrazarlo. Él rápidamente correspondió mi abrazo.

—Jamás haría algo que te lastimaría de esa forma —murmuré sin soltarlo.

—Encontraremos una forma, tiene que haber una —alcancé a oírle.

Me alejé un poco para mirarlo. Tenía una mirada cálida que me tranquilizaba.

—¿Tienes hambre? Hay un restaurante muy bueno, pero está algo retirado —propuso de repente.

No pude evitar sonreír.

Subimos al tren y fuimos hasta Augsburg. Había un restaurante que Haruki me había recomendado, y que estaba detrás de la estación. Cuando nos sentamos en la mesa, nos trajeron la carta. Todo se veía muy rico. Había valido la pena ir en tren hasta allí.

—Está muy barato este lugar —exclamé.

—Y lo mejor de todo, es que la comida es buenísima.

—Aquí mi padre no podrá vernos —comenté un poco después.

Haruki alzó la mirada para verme, pero no dijo nada. Esa misma tarde comimos en aquel restauran sin volver a mencionar el tema de mi padre. Saliendo de ahí visitamos el palacio Schaezlerpalais. Y finalmente terminamos en una catedral con un estilo gótico y romántico.
Nos sorprendió tanto la grandeza del lugar.

Tomamos asiento en unas bancas de madera. Haruki tenía su cabeza recargada en mi hombro, ambos mirábamos detenidamente la imagen de un ángel.

—¿Crees que dios esté de acuerdo con las decisiones que los humanos llegan a tomar? —preguntó Haruki pensativo.

—No lo creo.

—¿Crees que esté molesto por amarnos?

—Tampoco lo creo.

—¿Crees que... —intentó decir, pero lo interrumpí.

—Creo que dios quiere que seamos felices sin importar a quién amemos —dije mientras lo tomaba de la mano y la entrelazaba con la mía.

Haruki no dijo nada. Solo me miró en silencio con una sonrisa en el rostro. Eso era suficiente para comprender que lo único que importaba en estos momentos, era permanecer juntos. Le regresé la sonrisa a modo de consuelo.

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora