Capítulo 6

118 4 0
                                    

DOMINIK

—¿Cuándo vendrás a la casa? —me preguntó papá por teléfono.

—Ahora no puedo, como sabes, tengo clases de la universidad —respondí con serenidad.

—Entonces ven este sábado, ya tiene mucho tiempo que no te veo, y necesito decirte algo importante.

—Está bien, iré el sábado.

Desde que me fui de casa, rara vez visitaba a mi padre. Tenía ya cinco meses de no verlo. Después de que mi madre se fue, mi padre se hizo cargo de mí, aunque bueno, lo único que hace es pagarme la carrera universitaria y nada más.

El día sábado fui a visitar a mi padre a la casa. Me sorprendí al encontrarlo en compañía.

—Hijo, ven aquí —me llamó mi padre desde la sala, caminé hacia él en silencio—. Quiero presentarte a mi jefe y alcalde del estado Albert Müller y a su hija Greta.

—Mucho gusto, soy Dominik —respondí con amabilidad.

—Tu padre me ha hablado mucho de ti —comentó el alcalde Albert—. ¿Eres estudiante de medicina?

—Así es —sonreí.

—Tu padre dice que eres un alumno ejemplar y el mejor de toda la universidad, eso dice mucho de ti —añadió sonriendo.

—Mi padre suele exagerar.

—¿Acaso estoy mintiendo? —me preguntó mi padre tomándome del hombro—. Tengo un hijo inteligente, y eso no es una mentira.

—Mi hija también es una joven muy inteligente y ama la literatura ¿No es una coincidencia? —añadió el alcalde—. Ambos podrían hacer grandes cosas.

—Bueno, ¿Por qué no pasamos al comedor? la comida ya está lista —comentó mi padre.

Nos dirigimos al comedor y tomamos asiento. Mi padre hablaba con el alcalde Albert sobre un acontecimiento del cual, no le estaba prestando tanta atención. Mi cabeza estaba en otro lado. Me sentía bastante extraño estar sentado en la misma mesa con mi padre, y en la misma casa que me traía malos recuerdos.

—Claro, pronto seremos una familia —alcancé a oír que dijo el alcalde Albert. Alcé la vista frunciendo el ceño.

—¿Familia? —inquirí desconcertado.

—Dominik —habló mi padre—. Te llamé para que vinieras y conocieras a tu futura esposa —comentó con una amplia sonrisa. Dejé caer el tenedor a un costado del plato del asombro.

—¿Qué dijiste? —logré decir con firmeza.

—Verás Dominik, el alcalde Albert y yo hemos decidido que su hija Greta y tu consagrarán matrimonio —agregó con serenidad.

—Creo que ha habido un malentendido —me apresuré a decir.

—Yo creo que tu padre lo ha dejado muy claro —dijo el alcalde Albert.

—¿Es una broma? —solté una risa absurda. Mi padre me miró con seriedad.

—No, no lo es —respondió mi padre con voz dura.

—Me disculparan, pero se me quitó el apetito —dije mientras me levantaba de la mesa.

Salí como pude de aquella incomodidad que acababa de vivir. Tomé mi abrigo para irme, cuando mi padre me tomó del brazo y me jaló con fuerza para que lo mirara.

—No vuelvas a avergonzarme de esa manera —soltó con enfado.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunté molesto—. ¿Solo para eso me llamaste?

La vida que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora