Capítulo XXIV

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Ese día Virginia se vio incapaz de entrar al instituto.

Claro que había tenido momentos en que no deseaba ir al instituto y se hubo obligado a vestirse, caminar y enfrentar miradas de chismes crueles. Y lo había hecho con tanta entereza como podía permitirse.

Pero ahora era todo tan diferente.

Los chismes seguían siendo crueles, pero esta vez Adam no estaría con ella para sacarle una sonrisa. Él no quería verla y ella no lo culpaba. Tampoco podría ver a Sarah, claro. Si Virginia no podía cuidar de Adam, Sarah era quien se encargaba.

Y él estaba mal, triste y dolido.

Pero Virginia no podía ayudarlo. Así que Sarah era quien trataba de sacarle sonrisas, de preocuparse que comiera y de ir a sus entrenamientos. Y por esta vez, Virginia ya no tenia a sus dos amigos con ella y de pronto se dio cuenta del apoyo que ellos le daban.

Sin ellos, Virginia no podía enfrentarse a las miradas especulativas de sus compañeros de clase.

Al principio cuando se detuvo una cuadra antes de llegar al instituto se dijo que iba a tomar un momento para darse valor. Estaba casi oculta entre las hojas frondosas del árbol y se aferraba a un delgado lazo azul que rodeaba su muñeca izquierda, un viejo recordatorio de su madre que no tenía ningún valor en dinero, pero que Virginia se negaba a dejar atrás.

Y entonces lo supo.

No podría entrar. No podría caminar ahí y ¿Qué? ¿Fingir que todo estaba bien cuando ella casi había roto por completo su amistad con su mejor amigo de casi toda la vida?

Así que tomó su celular y marcó el número de su hermana.

— ¿Puedo faltar al instituto? —soltó de golpe cuando Gabrielle contestó.

— ¿Qué?

—Faltar al instituto, ya sabes. Como no ir al instituto.

Escuchó a Gabrielle resoplar por el otro lado de la línea.

—Conozco el concepto, hermanita. Pero cuando se decide faltar al instituto normalmente lo decides antes de vestirte con el uniforme y caminar hacia el instituto. A menos que...—se oyó cuando Gabrielle se reclinó en su silla de la oficina. —...a menos que en realidad quieras saltarte las clases como los adolescentes normales hacen. ¿Es eso?

— ¿Puedo hacerlo?

Gabrielle gruñó.

— ¡Virginia! —gritó frustrada. — ¿Por qué me estas pidiendo permiso para saltarte clases? ¡Esas cosas se hacen y ya! ¡No estas entendiendo el concepto de saltarte clases! ¡No debes tener permiso!

Virginia suspiró.

— ¿Puedo hacerlo?

—Ya, ya. —accedió Gabrielle. —Llamaré al director y le diré que has amanecido enferma. ¿Podrías al menos ocupar el día e ir a hacer cosas de adolescentes normales? Porque si vas a casa a estudiar juro que nunca volveré a cubrirte las espaldas.

— ¿Prefieres que vaya a buscar un lugar de mala reputación? —masculló Virginia.

—Dios, sí. Hazlo, busca cosas malas de las que arrepentirte. Y no me las digas. Decirle a un adulto arruina rápidamente el concepto de "hacer cosas malas".

Y Gabrielle le colgó.

Virginia se ahorró un suspiro, pero guardo su celular dentro de la mochila.

Al diablo, pensó. ¿Qué más le daba a su hermana que fuera a casa a ponerse pijama y estudiar?

Se inclinó por el borde del árbol en que se ocultaba. Ya casi ni se veían estudiantes entrando al instituto. La hora de inicio de clases estaba casi por llegar y la mayoría ya estaba dentro de las salas.

Entre nosotros. [Inazuma Eleven-Axel Blaze]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora