Capítulo XI

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La muchacha de pelo negro parpadeó.

Parecía que hubieran caído en otra dimensión. El mundo había perdido todos sus colores. Todo se había vestido de un blanco impoluto, mientras la nieve seguía cayendo tan fina como el azúcar frente a ellos.

Un viento juguetón creaba remolinos blancos en el aire y sacudía las copas más altas de los pinos.

Sentía como el frió quemaba contra sus mejillas. El aire de sus labios salía en un halo blanquecino frente a ella. Tuvo el creciente impulso de correr devuelta a la caravana y encerrarse allí por el resto de días que le quedaban con esos jugadores.

Oh, ella ciertamente estaba deseándolo.

Era mejor opción que quedarse de pie en la nieve, temblando dentro de su ropa demasiado delgada mientras terminaba de oir como los mismos dueños del hostal daban la interminable charla de bienvenida.

Hasta que finalmente, el esposo y la esposa de caras regordetes y amables, sonrieron y dieron un paso al lado para permitirles entrar al hostal de madera que se alzaba como un refugio entre ese reino de nieve y frio.

Quizás hubiera ido corriendo, pero sentía sus miembros congelados por el frio y la nieve se hundía como algodón bajo sus zapatos. Así que debía de inclinarse extremadamente hacia un lado para poder liberar un pie y dar un paso.

Cada uno parecía estar en un problema parecido, el inadecuado calzado sin duda no ayudaba a nadie, pero la mayor desventaja de Virginia era su altura y la ausencia de masa muscular en sus flacuchas piernas.

Sin embargo, hubo uno de ellos que recorrió el camino como Moisés entre las aguas. Alto, digno y sin duda orgulloso por ser tan malditamente superior a todos.

Virginia miró con envidia un lugar en la espalda de Axel Blaze.

Cáete, pensó con fuerza, Por favor, por favor, que algún viento milagroso te haga caer y te quite esa sonrisa estúpida del rostro.

Como si alguien hubiera advertido a Axel Blaze, él giró y la observó sobre su hombro. Un lado de su boca se elevó, descaradamente entretenido por lo que estaba viendo.

Virginia entrecerró sus ojos y lo miró desafiante. Si él se atrevía si quiera a decir algo, ella juraba que...

Entonces, Axel levantó su mano derecha y la agitó, como si empujara el aire.

Se escuchó un siseo y un camino de nieve se derritió frente a Virginia. El hielo se disolvió en agua en menos de un segundo, y el vapor se elevó desde el lugar, haciendo retroceder un poco el frio que congelaba su cuerpo.

Virginia jadeó.

Eso era absoluta y completamente inhumano, y, sin embargo, tuvo el súbito impulso de abrazar a Axel. Sacudió su cabeza, deshaciéndose de esa absurda idea y en su lugar, enderezó sus hombros y camino con paso altivo por el camino recién hecho.

—De nada, Virgie. –dijo Axel cuando ella pasó junto a él. Casi podia oir la sonrisa en su voz.

Ella lo miró brevemente de costado.

—Gracias, Axel. –musitó, casi en contra de su voluntad.

—¡Eh, Blaze! —gritó Caleb desde los lejos. —¿Y qué te parece un caminito para el compañero?

Axel sonrió encantado de ver que lo necesitaran. Tan seguro y confiado de sí mismo, él simplemente levantó ambos brazos y toda la nieve que restaba se derritió en un fuerte siseo.

Virginia suspiró y siguió caminando. Quizás en otro momento le hubiera molestado la arrogancia inhata de aquel hombre, pero en ese momento estaba casi dando saltitos de la alegría al ver cada vez más cerca la puerta del hostal. Podia oler a comida caliente y casi oía crepitar el fuego en la chimenea.

Entre nosotros. [Inazuma Eleven-Axel Blaze]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora