Capítulo VIII

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Iba tarde.

Oh, iba tardísimo.

Era la peor hija del mundo.

¿Cómo pudo haber olvidado que ese día era el cumpleaños de su madre?

La culpa era de esa semana. Exámenes, tutorías extras y esas malditas sesiones especiales con el equipo de fútbol. Todo eso consumía su tiempo como sanguijuela y le hacia perder la noción de las cosas importantes.

Abrió el casillero y lanzó todos los libros que llevaba en sus brazos sin preocuparse de ordenarlos y recogió su mochila y chaqueta para después cerrar de un portazo la puerta.

Miró el reloj de la pared. Muy bien, el cementerio cerraba a las seis y eran las cinco con veinte minutos. Si corria, lograría llegar.

Con decisión, ajusto la mochila a su hombro y...

—Virginia.

Ay no.

No, no, no.

De todos los días, este era el peor para hablar con Steve.

—Estoy ocupada. —dijo, sin girar hacia él y comenzando a caminar hacia el final del corredor del instituto, ya vacío a esas horas de la tarde.

Pero Steve la atajó.

Uso su cuerpo para bloquearle el paso y Virginia casi resbaló, pero logró retomar el equilibrio.

—Steve. —dijo, obligándose a que su voz no temblara. Oh, cielos. Sus manos ya estaban transpirando. —Estoy ocupada, tengo que...

Pero los ojos azules de Steve la clavaron en su lugar.

— ¿Estas con Moore ahora? —rugió. —Siempre fue así, ¿Verdad? Incluso cuando estábamos juntos, tu ibas con él, ¿Verdad? Por eso jamás...

Su voz llenó todo y el miedo se disparó en ella.

—No, yo no. —balbuceó Virginia. —Claro que no, Steve. Adam era mi amigo en ese momento, yo jamás...

Retrocedió un paso, pero los dedos fuertes de él se cerraron a la altura de su muñeca y la empujó hacia él.

— ¡Deja de mentir, maldita seas!

Y ella se encogió.

Olvidó lo que estaba diciendo y por un segundo, se rindió al miedo.

Apenas notó la presión de su mano, pero el olor de su perfume la llevó a esa tarde en su casa y se vio otra vez ahí.

El pánico la dejó inmóvil y dejo de pensar racionalmente.

¿Qué le haría? ¿Qué intentaría hacerle esta vez?

No habia nadie. El corredor estaba vacío.

¿Qué sucedería ahora?

—Steve...—su voz fue tan fina como una hoja de papel gastada. —Por favor, Steve. Po-podemos hablar, ¿Sí? Pero ahora necesito...

El presionó su brazo con fuerza, hundiendo cada dedo en la zona más sensible de su brazo y el dolor la sacudió.

—Infiel. —su voz llena de odio hundió a Virginia en un lugar oscuro. —Eres solo una ramera más, Virginia Sanna.

—No, no. Yo no...

No era así.

Steve no lo entendía. ¿Cómo podia decirle algo tan horrible como eso?

Y entonces, un milagro ocurrió.

Un inspector de corredor asomó por la esquina. Steve lo vio antes que ella y por eso la soltó abruptamente en contra de su voluntad.

Entre nosotros. [Inazuma Eleven-Axel Blaze]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora