La culpa era una cadena que ataba el alma de Virginia y que luego la arrastraba hacia abajo.
Cada vez que veía por los corredores o en los salones de clases el tono dorado de cabello de Adam, esa cadena se ajustaba con fuerza y Virginia tenía la impresión de que su cuerpo le fallaría.
Esa mañana comenzó tan bien. Tan brillante, tan cálida. Virginia había tenido esperanza en su corazón cada vez que Axel había sujetado su mano en el camino, con la firmeza necesaria de que él estaba ahí. Con ella. Y a Virginia le agradaba mucho esa idea
Virginia había recorrido incontables veces el camino hacia el instituto. Conocía en su mente el número exacto de pasos, el tiempo que le costaría llegar. Sus pies esquivan sin ver aquellos baches de la vereda y buscaba aquellos lugares sombreados que la protegían de la luz.
Pero por más que supiera de memoria el camino, esa mañana le pareció totalmente diferente.
Axel, a pesar de su personalidad explosiva, era un compañero tranquilo y solemne. Había sujetado su mano con la confianza de haberlo hecho mil veces antes, como si esa fuera su rutina con ella y Virginia lo sintió como si así fuera. Su piel cálida, sus dedos largos y elegantes.
Él ajusto sus pasos a los suyos, y ambos encontraron aquel ritmo intermedio. Sin prisas, pero sin lentitud que les permitía poder intercambiar miradas de vez en cuando y hablar con tranquilidad de cualquier tema.
Y esa sensación de familiaridad, como si Axel hubiera pertenecido siempre a esa parte de su vida, hizo que Virginia olvidara lo que le podría estar esperando en el instituto.
Ellos dejaron ir sus manos cuando comenzaron a oír los ruidos del instituto al acercarse.
Y su nube de felicidad se había roto del todo cuando el inspector les entregó las notificaciones de la cita con el director. Por saltarse clases, explicó con una sonrisa de suficiencia que dejó helada a Virginia.
Finalmente, el humor de Virginia se oscureció por completo cuando vio a Adam pasar frente a ella, lo suficientemente rápido para saber que la había reconocido.
Él no volteó. Él no la miró.
Como si ella hubiese dejado de existir en su vida. ¿Ella podría culparlo de querer olvidarla por completo? No. Pero no podía evitar que le doliera. Adam no solo la odiaba, sino que deseaba borrarla de su memoria.
Y ella solo sentía culpa.
La visión de Axel entre medio de esa nube no ayudaba demasiado. Ni siquiera cuando el tímidamente le sujetaba la mano por debajo de la mesa cuando pasaba por su pupitre y fingía que algo se había resbalado justo en su lugar. Apenas unos segundos, pero parecía querer recordarle a Virginia que él estaba allí. Con ella.
Ni siquiera eso era capaz de navegar a través del trance de culpa por el que Virginia estaba naufragando.
Logró saltar lo peor de los recesos, medio escondida en la sala del equipo de fútbol que Shawn le dejó ocupar. Escondida ahí entre libros y apuntes podía encontrar aquella fortaleza que le permitía enfrentar las miradas chismosas, esquivar aquellos comentarios hirientes y obligarse a levantar el rostro y enfrentar todo eso.
Axel le robaba miradas, momentos pequeños en los que dejaba unos pequeños chocolates envueltos en papel dorado, los mismos que Virginia a veces ocupaba en las tutorías como premio. Ese detalle le robaba una sonrisa cada vez que encontró alguno en los lugares más inesperados en los momentos en que Axel ni siquiera estaba a la vista. Encontró uno dentro de su estuche después de pasar al pizarrón a resolver un ejercicio, luego su mano tropezó con otro cuando abrió el bolsillo de su chaqueta.
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Entre nosotros. [Inazuma Eleven-Axel Blaze]
FanfictionVirginia Sanna debe cumplir una misión a todas luces imposible. Debe lograr que los jugadores de fútbol del instituto aprueben matemáticas para pasar de grado, de lo contrario el equipo de fútbol dejara de existir como tal. Las esperanzas de todo e...