Habían pasado más de dos años desde que Eloise había llegado al Orfanato de Wool. Dos años en los que, a pesar de ser lo más simpática posible, no conseguía hacer amigos.Por alguna razón, todos huían de ella. Eloise les sonreía, les ayudaba en lo que necesitaran, les compartía sus juguetes... pero nadie la aceptaba. Aquello la hacía sentir triste, hasta que Tom llegaba con su cara de constante tedio, y entonces a Eloise se le olvidaba que nadie la quería cerca.
A decir verdad, aunque le entristecía en ocasiones, ella estaba muy feliz solo conviviendo con Tom. Él era huraño, fastidioso, a veces grosero, maleducado con algunas de las monjas y muy tenebroso pese a tener ocho años, pero era su mejor amigo y lo quería como tal. Con ella, Tom era menos pesado y más tratable. Más bueno.
Aquel día Eloise estaba coloreando un dibujo, acostada sobre un cojín en la sala de descanso. Tom estaba en clases, porque los niños y las niñas no compartían todas las materias. Eloise movía su cabeza al son de una canción que sonaba en su mente, pintaba concentrada tratando de no salirse de la línea cuando escuchó unas risitas del otro lado de la sala.
Había un grupo de niñas reunidas ahí, más grandes. Catorce años, tal vez. Eloise les había dirigido la palabra una vez y ellas directamente la ignoraron. Le habían hecho sentir muy mal. Desde ese momento no había querido acercárseles, pero esta vez le tocaba estar en el mismo lugar con ellas, sin Tom a su lado.
Y podría haber omitido sus presencias, si no fuese porque no dejaban de observarla y murmurar entre ellas para terminar riendo.
Eloise se sentó, enfurruñada.
—¿Tienen algo que decirme?
Las cuatro se callaron, pero seguían sonriendo con sorna. La de cabello negro, Sasha, fue quien habló.
—Nada, solo es raro verte sin tu guardaespaldas.
Eloise frunció el ceño, sin comprender.
—¿Cuál guardaespaldas?
—La verdad —continuó ella, sin hacerle caso— es que me sorprende que sepas hablar sin que él lo haga por ti. A veces creo que incluso te mastica la comida.
Ciertamente, Eloise no le encontraba sentido a sus palabras, pero algo en el tono con el que las pronunció le molestó.
—Cállate.
—Uy, cuidado con la niña brava —se burló con las otras, que seguían riéndose como tontas—. No vaya a ser que su perro Tom aparezca a atacarnos.
Fue como si encendieran un interruptor en Eloise. Podían meterse con ella, pero Tom era diferente. Era su mejor amigo y no iba a dejar que lo insultaran.
—Él no lo hará, pero yo sí.
Apretó los puños, temblando de rabia. No sabía exactamente qué estaba haciendo, solo se dejó llevar por sus instintos. Y aquellos, en ese momento, eran hacerle daño a esa bruta niña.
Todo pasó muy rápido. La puerta del armario detrás de Sasha se abrió abruptamente, golpeando la parte posterior de su cabeza con fuerza. Sasha jadeó impulsada hacia adelante, pero no pudo quejarse porque entonces ese mismo armario empezó a moverse. Hacia adelante, muy lentamente. Parecía que alguien lo empujaba desde atrás, pero de ese lado no había nada más que pared.
Las cuatro chicas miraron en mueble con terror, pues era más que claro que estaba a punto de caerse encima de ellas y debido al trance no se estaban quitando del lugar. El ángulo en el que el armario quedó suspendido era prácticamente imposible sin que algo estuviese deteniéndolo, y Eloise se dio cuenta de la gravedad del asunto cuando el mueble estaba a centímetros de golpearlas.
Sus pies se movieron por inercia y después fueron sus manos empujándolas a todas, lo suficientemente veloz para que el armario cayera al suelo rompiendo sus puertas con un fuerte estruendo.
Se hizo el silencio. Las cinco chicas jadeaban, observando los pedazos de madera esparcidos en el suelo. Entonces Sasha alzó la vista, y la manera en que miró a Eloise distaba mucho del agradecimiento.
—¿Tú lo hiciste? —Dio dos pasos atrás, entre asustada y disgustada—. ¿Cómo...? No, no importa cómo. ¡Casi nos matas!
Eloise pudo haber dicho «no fue mi intención», pero eso afirmaba que ella lo había ocasionado y, como detalle, sí que había sido su intención.
—Te salvé de una muerte segura —rebatió tomando el camino del orgullo—. Deberías estarme dando las gracias.
—¿Las gracias? ¡Fuiste tú la loca que...!
—¿Que qué? —Eloise alzó una ceja—. ¿Que movió un armario pesadísimo sin siquiera acercarse a él? ¿Eso es lo que vas a decir para acusarme? La que va a quedar como loca eres tú.
Y ella pensó lo mismo, porque de pronto no tuvo con qué pelear. Eloise sabía que el ruido del armario cayendo iba a atraer a las monjas, por lo que, al ver ganada la batalla, volvió a su posición inicial donde prosiguió con la tarea de colorear.
En un parpadeo varias monjas ya estaban ahí, agitadas.
—¿Qué pasó aquí? —Exclamó la profesora Yolie, mirándolas a todas—. ¿Están bien, chicas?
—Estamos bien —se adelantó a decir Eloise—. No sabemos qué pasó, se cayó de repente. ¿Verdad, Sasha?
La pelinegra estaba conmocionada, todavía acariciándose la parte de su cabeza que fue golpeada. Las otras tres chicas parecían muy contrariadas y ninguna dispuesta a contradecir a Eloise. Así que Sasha asintió.
—Ah, qué terrible —negó la monja con las manos en la cintura—. Mandaré a arreglar esto. Ustedes, niñas, se ven muy pálidas; vayan a revisarse a la enfermería —se giró a Eloise, que agitaba sus piernas en el aire inocentemente—. ¿Estás bien, Eloi?
—Sip, profesora.
—Bien, puedes quedarte pero no te acerques al armario. En un rato vendrán a recogerlo.
Cuando todas hubieron salido de la sala, Eloise sonrió. Se sintió culpable de lo que había hecho, pero en el fondo estaba contenta de haberles puesto un alto a todas. Aunque... la duda estaba ahí. ¿Cómo había podido hacer aquello?
Eloise sintió su presencia antes de oír sus pasos. Posteriormente, Tom ya estaba sentándose a su lado, agarrando un crayón negro para pintar las nubes.
—Vi lo que hiciste.
La chica dejó de colorear y lo miró, pero él estaba enfocado en la nube de carbón.
—¿Vas a regañarme?
—No. —Las comisuras de sus labios se curvearon ligeramente, aún sin mirarla—. Voy a felicitarte.
La alegría que entró al pecho de la castaña fue de otro mundo. Continuamente era Tom quien hacía las fechorías, y no había muchos días en los que la felicitara por algo. Sonrió con la boca abierta y tomó el color verde para el pasto. No obstante, el gesto se borró de su rostro luego de unos segundos.
—No sé cómo hice eso, Tomy.
—No importa —dijo él rápidamente. Esta vez se aseguró de que sus ojos hicieran contacto, y se veía muy serio—. Lo hiciste bien, no importa cómo.
—¿Estás seguro?
—Muy seguro, Eloi.
Eloise sonrió satisfecha. En un silencio que gritaba una infinidad de cosas, Tom y ella terminaron de colorear un paisaje de brillante pastizal verdoso y nubes negras, donde ambos eran los protagonistas.
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Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔
FanfictionPARTE 1 CONCLUIDA. ES UN BORRADOR, SE EDITARÁ EN EL FUTURO. Días después de nacida, Eloise fue abandonada en las puertas de un orfanato. No había ningún indicio de su origen en aquella canasta tejida, nada que indicara su naturaleza mágica. Sin emb...