10 | Feliz navidad

8.9K 997 87
                                    

Cuando llegaba la navidad, Tom y Eloise se quedaban en Hogwarts sin ganas de regresar al orfanato. Regalos no les faltaban, porque sus amigos se encargaban de dejarles el arbolito de la sala común lleno de ellos. Así que aquella navidad, después de haberse atiborrado los estómagos de deliciosos alimentos, ambos estaban acurrucados en el sofá abriendo sus obsequios y compartiéndolos entre ellos.

—¡Una bufanda tejida a mano! —exclamó Eloise súper emocionada alzando la bufanda azul en lo alto de su cabeza. Tom rodó los ojos, bebiendo un sorbito del chocolate de su amiga.

—Es muy fea.

—Es preciosa, cállate —se envolvió con ella todo el cuello y siguió con el siguiente regalo—. ¡Es de Constanze! Dice... «Para que lo uses en la fiesta de...» —su voz bajó considerablemente, desanimada, y cuando le mostró a un curioso Tom un estuche de maquillaje, sus hombros se hundieron—. Son pinturitas, Tomy. ¡Pinturitas! Ni siquiera he cumplido quince años, no quiero pintarme la cara.

—Tampoco las necesitas —trató de animarla sacando de su saco un rectangular regalo empapelado de negro. La reacción fue instantánea: Eloise arrojó el estuche de maquillaje a algún lugar de sala y se trepó al sofá, con sus rodillas tocando los muslos del chico.

—¿Es para mí?

—Obvio, tonta.

Eloise estiró las manos, entusiasmada. Tom le depositó el regalo en sus manos ansiosas y ella se tomó su tiempo para desenvolverlo con mucho cariño. Era casi relajante verla tratar al papel de esa manera, tan tranquila, tan bonita.

Cuando Eloise terminó de abrirlo, se quedó un momento estática antes de levantar la vista con los ojos húmedos. Era un portaretrato de un pequeño collage de ellos juntos. Las fotos eran mágicas, porque se movían. En aquella selfie que la castaña le obligó a tomarse, Eloise sacaba la lengua mientras Tom volteaba hacia ella, notaba su ridículo gesto y sonreía suavecito. En otra, Eloise corría por la nieve del patio de Hogwarts, riendo a carcajadas. Otra era de ella trepada en su espalda, besándole la mejilla. Y después estaba Eloise acostada en el jardín, tapándose la cara con un libro cuando notó que Tom le estaba tomando una fotografía.

La mayoría de ellas no sabía que Tom las había tomado. Es decir, desde que le había regalado esa cámara mágica la navidad pasada, a veces desaparecía de su mochila. Ahora sabía que era porque el pelinegro capturaba ciertos momentos para hacerle ese regalo.

—Es maravilloso —le dijo, con las gruesas lágrimas deslizándose por sus mejillas sonrosadas. Se apretó el portaretrato contra su pecho—. Me encanta muchísimo.

—¿Más que la estúpida bufanda?

A pesar del insulto hacia la prenda que todavía rodeaba su cuello, Eloise se rio. Asintió justo en el momento en el que Tom le limpiaba las húmedas mejillas con el pulgar.

—Muchísimo más. —Entonces bajó la cabeza, repentinamente tímida—. Mi regalo no es tan increíble como el tuyo.

—Estoy seguro de que lo es —rebatió Tom. Su mano se deslizó por el cabello de Eloise, que lo llevaba suelto y extendido tras su espalda.

—Bueno, si no te gusta me lo devuelves. Te regalaré otra cosa.

—Solo muéstramelo, Eloi.

La chica se puso de pie, tan nerviosa que tropezó cuando fue a buscarlo dentro de su mochila. Con dedos temblorosos dejó el portaretrato a un lado para sacar otra caja, más grande que la de Tom, envuelta en papel plateado y decorada con un moño rojo.

—Sé que últimamente has estado muy interesado en las Artes Oscuras —comenzó a decir, tímida— y realmente quería darte algo sobre eso, pero... eh, ya sabes, es ilegal. Así que decidí regalarte lo que es una imitación de un objeto oscuro. Feliz navidad, Tomy.

Le tendió la caja. Tom se sintió un poco mal al tener que arrancarle el papel, pues estaba perfectamente envuelta, con mucho esmero. Sin embargo, no se arrepintió cuando una caja de madera apareció ante su vista. Tenía diminutas decoraciones talladas a lo largo de la base, era de color negra con detalles dorados, pero lo que más llamó la atención de Tom, fue la palabra grabada en la parte interna de la tapa.

«Forever».

—Escucha esto —agregó ella cuando él se quedó en silencio. Le dio vuelta a la palanca y la melodía sonó. Tom la reconoció de inmediato. Era una canción de piano con la que Eloise se había obsesionado, sobre no haber una escapatoria cuando el fuego se encontraba con el destino. Ella decía que estaba relacionada con el hecho de que el destino de ambos estaba escrito en fuego—. ¿Te gusta?

—Sorprendentemente, me gusta —le sonrió cuando Eloise soltó un gritito de emoción.

—Algún día te daré un verdadero artilugio oscuro —murmuró después de calmarse, pasando las yemas de sus dedos por el grabado en la caja musical.

Tom alzó una ceja y la miró, entre intrigado y cauteloso.

—Pero están prohibidos. La magia oscura está prohibida.

—Ya sé —una traviesa sonrisa se hizo paso en sus labios rosados. Era un gesto maligno que no concordaba con la imagen que daba: vestida con un pijama de vaca, una bufanda tejida alrededor de su cuello y la nariz roja de frío, pues aunque estaba la chimenea encendida, en la sala de Slytherin hacía mucho frío al estar debajo del lago—. No lo usaré para nada malo, solo te lo obsequiaré. Y tú tampoco lo usarías para algo malo, ¿verdad?

—¿Eso crees? —Tom puso la caja musical en la mesa continua al sillón, y con delicadeza agarró las piernas de Eloise para subirlas a su regazo—. ¿Crees que yo no lo usaría para... algo malo?

—Tú no eres malo, Tomy —susurró, con su mano en la mejilla pálida de su amigo, y los ojitos azules tan llenos de cariño que por un momento él quiso creerle.

Entonces, Tom expresó aquello que llevaba un tiempo pensando. Específicamente, desde que Eloise cumplió los trece años y en su pastel había almendras. Al ser alérgica a ellas, terminó pasando su día en la enfermería, con ronchas por toda la piel. El problema no fueron los daños físicos, sino que de alguna forma sus vías respiratorias se vieron afectadas y casi moría de asfixia.

Tom había perdido la cordura. Verla acostada en la camilla, profundamente dormida porque había llorado toda la tarde presa del miedo, le hizo entender que en cualquier momento podría perderla.

Nació en un orfanato rodeado de otros niños y monjas, pero estaba solo. Sin madre, sin padre, sin nadie que lo reclamara y lo criara. Sin embargo, un día una niña de hermosos ojos azules y largo cabello café había llegado específicamente a él, y se había convertido en su pilar. Y, de pronto, ya no estaba solo. Le aterraba la idea de que existiera la posibilidad de que Eloise dejara de existir, porque ella era suya.

Le había prometido un para siempre en aquella cueva, donde planeó su futuro juntos. No estaba dispuesto a romper su promesa.

—¿Y si yo quisiera usarlo para algo que para mí es bueno, pero que algunos podrían verlo diferente?

—¿Como qué? —quiso saber, distraída con aquel mechón de cabello negro que siempre descansaba en su frente a pesar de que Tom se esmeraba en peinarse.

—Algo para ti y para mí, para que estemos siempre juntos.

Eloise detuvo sus movimientos. Tom pensó que iba a recriminarle, y si lo hacía sus planes se verían visiblemente amenazados, pero ella se limitó a reírse. Una risa bonita, preciosa, el mejor sonido en el mundo, mejor que cualquier música creada en cualquier época.

—Tomy, si es para que estemos juntos, ¿cómo podría ser malo?

Sin saberlo, con esas palabras Eloise puso en marcha al que se convertiría en el mago más tenebroso del mundo mágico.

—Por supuesto. Feliz navidad, Eloi.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora