25 | Tú no me dejas

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—He aquí el verdadero arte del movimiento de varita, Severus —Eloise giró su muñeca con liviandad—. Pocos le prestan atención a los detalles y prefieren ser toscos y primitivos, pero esta delicadeza, mi muchacho... Es lo que te hará mejor al resto.

Severus miró casi sin parpadear las acciones de su tutora, el evidente asombro claro en sus facciones de piel cetrina. Llevaba meses bajo la tutela de Eloise, conociendo cada día la verdadera naturaleza de su señora, y no podía estar más pasmado al respecto. No era la mujer cruel que relataban en El Profeta, era buena y dulce y lo trataba como si fuera su hijo, lo cual era extraño considerando que no era sangre pura, pero eso a Eloise no le interesaba. Le enseñaba cosas que aprendió en sus viajes por el mundo, le contaba historias sobre magos sorprendentes y lo presumía como si fuera su adquisición más valiosa.

Para alguien que había conocido el cariño y el amor una vez en su vida, y lo había perdido en esa misma vida, tener a alguien que lo trataba bonito era todo un sentimiento.

—Tiene usted la gracilidad de una bailarina, mi señora —comentó respetuoso—. Se le da muy bien, naturalmente.

—Por favor, Sev, ya te he dicho que me llames Eloise. No soy tan grande... Espera, ¿me veo vieja?

—En lo más mínimo, Eloise.

La susodicha dejó de mirarse en el espejo para sonreírle enormemente al joven. Posó las manos en sus hombres, dándole un firme apretón.

—Ah, mi muchachito. Eres todo un caballero. Sabía que no me había equivocado al escogerte.

—El honor es todo mío, mi señora.

Eloise lo miró un momento más antes de apartarse. Severus era un chico lleno de talento en la misma medida que estaba lleno de rencor y amargura, pero dentro de él seguía existiendo un corazón noble y era eso lo que había hecho que Eloise le tomara un gran apego. Sin contar que podía ver a través de sus ojos el terrible dolor de un corazón roto. Podía asegurar que lo quería, como un hijo. Y era precisamente ese sentimiento lo que traía a su mente pensamientos sobre un ser creciendo en su vientre, alguien que crecería para amarla y para ser amado, alguien que sería completamente suyo.

Tener hijos, sin embargo, no estaba en sus planes. No mientras lidiaban con una guerra. No mientras ella y su esposo vivían peleando más tiempo del que pasaban juntos.

—¿Algún día me contarás sobre la chica que te lastimó? —preguntó apacible, logrando que el chico se cerrara herméticamente.

—Tal vez, mi señora. 

Eloise le tocó una de sus frías mejillas con la mano, la comprensión clara en sus ojos.

—Ningún corazón vale tanto la pena para vivir una vida de tormento, niño mío. Encontrarás a tu alma gemela algún día, y lucharás por ella como no pudiste hacerlo en esta ocasión. Por favor, no te prives nunca de amar —decidió abandonar el tema antes de que él la rechazara producto de su animosidad. Retiró la mano—. Está bien, Sev. Terminamos la lección por hoy, pero vendrás mañana...

—De hecho, no vendrá mañana. Tampoco el resto de la semana.

Ambos se giraron a la tercera voz en la habitación. Tom estaba de pie en el umbral, de brazos cruzados y con una expresión de fastidio en sus varoniles rasgos. Con los años se ponía más guapo en una versión más enferma. Era contradictorio, pero funcional.

Eloise frunció el ceño sin entender, pero después vio el cuerpo detrás de él. El pelo rizado y los ojos marrones, la expresión triunfante. La castaña se cruzó de brazos, repentinamente furiosa, y encaró a Tom.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora