08 | Tío Tom

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—Hola, tú.

Eloise estaba asomando la cabeza dentro de la habitación de Tom, que estaba acostado en su cama leyendo un libro de pociones.

Por entre los pies de Eloise, Bubble entró dando saltitos consiguiendo que el pelinegro hiciera una mueca de asco.

—¿Por qué dejas entrar a esa bola de grasa a mi habitación?

La castaña sonrió inocente y terminó de entrar, cerrando la puerta detrás de ella. Tenía las manos detrás de su espalda cuando subió a gatas a la cama y se acostó a su lado.

—No le digas así a mi bebé.

—Esa monstruosidad no es tu bebé.

—No lo escuches, Bubble —el sapo saltó a sus piernas y Eloise lo acarició con ternura—. Tío Tom no sabe lo que dice.

Tom levantó la cabeza, bajó el libro y frunció el ceño.

¿Tío Tom?

Pero Eloise lo ignoró, dedicada a hacerle mimos al sapo de piel verdosa. Tom nunca lo había odiado tanto.

No era obligación tener una mascota en Hogwarts, pero sí estaba permitido. Por mencionar algunos, se podía poseer una lechuza, sapo o rata, enyre otros animales. Tom no quería ninguno de los tres, pues su animal predilecto era la serpiente y claramente no estaban admitidas en el colegio. Por otro lado, Eloise les tenía cierto disgusto a las ratas, las lechuzas eran demasiado pretenciosas en su opinión y el sapo que vio en la tienda le había parecido de lo más adorable ya que se inflaba como una burbuja.

Tom lo había detestado desde que lo vio por primera vez, pero definitivamente había deseado su muerte inmediata cuando en su tiempo juntos Eloise se la pasaba hablándole bonito y acariciando su fea piel. Bubble tampoco le tenía aprecio a Tom y parecía burlarse de él cuando ella prefería hacerle mimos antes que ponerle atención a su amigo.

Si ese sapo no estaba muerto ya, era porque Tom jamás se atrevería a causarle tal daño a su mejor amiga.

—¿Sigues estudiando? —Le preguntó ella dejando a un lado a Bubble para acostarse boca abajo. Eran vacaciones y estaban de regreso en el orfanato, preparándose para su segundo año.

—Sí, y tú deberías estar haciendo lo mismo.

—¿Para qué? Cuando no me sé las respuestas, siempre hay alguien dispuesto a soplármelas. Y los maestros no me presionan. —Soltó un chillido ahogado—. Ser una Hatstall tiene sus ventajas, no lo voy a negar.

Lo cual era absolutamente verdad, porque por alguna desconocida razón los estudiantes seguían a Eloise como corderitos. Constanze tenía razón al decir que los Hatstall comúnmente eran los líderes.

—No debes depender de alguien más —dijo Tom, con los ojos estrechados en desaprobación. Eloise le restó importancia.

—Soy bastante capaz, Tomy. No dependo de nadie, solo aprovecho las oportunidades que se me presentan. De hecho, puedo asegurarte que soy igual o más inteligente que tú, y yo casi no leo.

—Eres una malcriada —negó el pelinegro, pero una sonrisita tiraba de sus labios—. Eso está bien.

Volvió a su lectura y Eloise se estiró para recostar la cabeza en sus piernas. Del vuelo de su falda sacó su varita mágica, la que llevaba a todos lados desde que la compró. Era pequeña en comparación a los 34 centímetros de Tom, la suya medía 18 centímetros y era mucho menos escalofriante.

Madera de caoba, núcleo de pluma de unicornio, muy flexible. El tronco de la varita tenía un relieve precioso en forma de hojas de árbol, entrelazadas entre sí. La amaba de principio a fin. Le gustaba llevarla con ella no solo por lo que significaba, sino porque le hacía sentir mucho más segura. Como que podía enfrentarse a lo que fuese de tenerla entre sus dedos.

Como que era poderosa.

Y Eloise quería que fuera real. Quería que la reconocieran, que la apreciaran y la admiraran. Quería hacer algo bueno por la comunidad mágica, ser la bruja que representara el cambio y las nuevas oportunidades. Quería dejar su huella positiva en el mundo.

—¿Cómo te va con Dumbledore? —Preguntó la castaña inocentemente. Tom no se inmutó.

—Bien.

—¿Solo bien?

—¿Cómo más tendría que irme, Eloi?

—No sé. Es con el único que tienes... dificultades.

No era un secreto que Dumbledore tenía cierto grado de vigilancia sobre Tom, aunque Eloise no entendía el motivo. Le trataba bien, le daba puntos por sus participaciones, siempre reconocía su alto intelecto y le felicitaba con una suave sonrisa. Pero, aún así, se comportaba un poco distinto con él.

Con Eloise mostraba más entusiasmo. Ella amaba su clase, porque Dumbledore lucía muy orgulloso de su desarrollo. La chica era su primera opción cuando necesitaba un voluntario para enseñar algo, y de vez en cuando la ponía de ejemplo a seguir y muy seguidamente Slytherin ganaba puntos porque Eloise era simplemente la alumna perfecta en la asignatura de Dumbledore: Defensa Contra las Artes Oscuras.

Eloise podía cuestionarse a sí misma qué había visto el profesor en Tom para tenerle checado, y un montón de posibles respuestas surgirían en su mente, pero no era capaz de enojarse por eso. Dumbledore era su profesor favorito, y Eloise le admiraba y le respetaba tanto que cualquier cosa que él decidiera, para ella sería irrevocablemente lo correcto.

Tom discernía completamente. A sus doce años sabía andarse con cuidado, medir sus palabras y controlar sus acciones, pero seguía siendo un niño. Empezaba a odiar al profesor.

—Pues todo va bien —decretó Tom sin espacio a objeciones—. Ahora ponte a estudiar.

Eloise murmuró una negación y volvió a su posición inicial. Bubble intentó subirse a la cama, pero Tom sutilmente lo pateó y el sapo cayó de golpe al suelo.

Eloise nunca se dio cuenta de aquello.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora