14 | No digas nada

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Todo había pasado tan rápido que no lograba procesarlo.

Estaba de pie, fuera del baño, con su cuerpo entero temblando. El profesor Dumbledore, que impartía la materia de Transformaciones, la consolaba con palabras dulces en un intento de tranquilizarla, pero no era suficiente. Eloise estaba en shock.

Había estado cara a cara con un cadáver. El cadáver de una compañera.

No era amiga de Myrtle, la víctima del cruel asesinato, pero sabía de ella. Cuando estaba cerca, Myrtle huía como si Eloise fuera a hacerle algo malo. Y, sin embargo, esa noche Myrtle no había huido. Porque, Dios santo, ella estaba muerta.

Había muerto una persona. En la escuela que supuestamente tenía que protegerlos.

Volvió a temblar con fuerza.

—Eloise —escuchó que el profesor la llamaba, acercándose, pero ella dio un respingo y se pegó a la pared del pasillo. Justo en ese momento, alguien se acercaba corriendo, porque sus fuentes pisadas hacían algo de eco en el castillo.

—¡Eloise!

La voz de Tom fue capaz de sacarla de su estupor. Alzó la cabeza para verlo correr hacia ella, extender sus brazos y enfundarla en un abrazo cálido y protector. Solo entonces Eloise pudo reaccionar y romper en llanto, porque se había encontrado a su compañera de escuela muerta en un retrete. Estaba asustada y confundida, pero los brazos de Tom se sentía como un cable a tierra.

—Tomy... ella estaba... —lloriqueó, haciéndose chiquita en el abrazo—. Yo la vi...

Tom maldijo. Y luego, producto de su imaginación o no, le pareció oírlo murmurar un:

—Te dije que no salieras.

Su llanto debió haber camuflado sus palabras. Eloise sacó la cabeza por encima del hombro de Tom cuando oyó ruidos procedentes del baño. Era un equipo de seguridad, probablemente del ministerio, sacando el cuerpo de Myrtle sobre una camilla. Estaba cubierta con una sábana blanca, pero su brazo pálido y sin vida colgaba por un lado. Eloise se estremeció, volviendo a llorar. Tom acariciaba su pelo suavemente.

—Espero que se haga justicia, profesor Dumbledore. Perfectamente pudo haber sido Eloise quien sufriera ese destino.

La voz de Tom retumbó en el oído de Eloise, que nuevamente se asomó para ver al profesor. El hombre estaba con la vista clavada en el lugar por donde se habían llevado a Myrtle, pero se giró para mirar a Tom con expresión impasible.

—Yo también espero que se haga justicia —dijo, y ahí fue que Eloise se separó completamente de que Tom.

—¿A qué se refieren? ¿Han encontrado al asesino?

—Sí. —Se apresuró a contestar Tom, con un brazo enroscado en la cintura de la chica—. Ya estás a salvo, Eloi.

Dumbledore y Tom parecían estarse batiendo en un duelo de miradas que decía más de lo que las palabras podrían haber dicho. Finalmente fue Dumbledore quien desvió la vista primero para observar a la castaña llorosa, de mejillas y nariz rojas y expresión de perpetua tristeza.

—Tom ha encontrado al responsable de esta tragedia —explicó, y por alguna razón sonaba que le costaba mucho verbalizar aquella oración—. La acromántula será cazada para responder por el crimen, y su dueño... —una ligera exhalación, casi imperceptible, salió de su boca—. Será penalizado. No te preocupes por nada, Eloise. Si continúas sintiéndote mal, por favor acude a la enfermería. Tienes autorización de omitir las clases de hoy, hasta que te recuperes.

Acromántula, él dijo.

Dumbledore le dio una última mirada a Tom, tranquila y amenazante al mismo tiempo, se dio la vuelta y emprendió su retirada. Eloise, sin entender del todo pero intuyendo a qué se refería al mencionar a la acromántula y su respectivo dueño, abrió la boca para dar testigo a la inocencia de Aragog y Hagrid. No obstante, una mano cubrió el sonido.

—No digas nada —era la voz de Tom susurrando en su oído. Eloise gimoteó, desesperada y aterrada en partes iguales. Se giró en sus brazos y le dio una mirada llena de urgencia.

—¡Pero yo conozco a la acromántula, Tom, yo la cuido a veces! ¡Aragog no pudo haber hecho eso!

—Es una acromántula, Eloise. No es ningún animal doméstico.

Gruesas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Quiso emprender camino rumbo a la oficina del director Dippet para confesar su complicidad en el tema, pero nuevamente Tom la retenía por la cintura. Ella forcejeó sin resultado alguno, llorando de tristeza y horror y sintiéndose tan débil que terminó derrumbándose en el pecho de su novio.

—Yo también la cuido —repitió en voz baja, golpeando el pecho de Tom sin fuerzas—. Van a expulsar a Hagrid, pero no es justo... yo también la cuido...

—No puedes decir nada —la rodeó con sus brazos, susurrándole al oído las mismas palabras que ella le había dicho cuando estuvo a punto de atacar a Jeremiah—. Si confiesas, van a expulsarte también. Van a quitarte la varita y alejarte de mí, ¿quieres eso?

Eloise jadeó angustiada. No se daba cuenta de la manipulación de la cual estaba siendo víctima.

—N-no...

—Entonces no digas nada —pasó sus dedos por su pelo, acariciando su nuca en un relajante masaje muscular—. La culpa es de Hagrid por meter esa bestia en Hogwarts, no tuya por ser tan buena que quisiste ayudarlo. No digas nada y te prometo que nadie podrá separarnos.

Renovados sollozos mojaron la camisa de Tom. Eloise se sentía destruida. Estaba a punto de destrozarle la vida a su amigo, que no tenía nada de maldad en su corazón.

—Tengo mucho miedo —lloró sin parar. Tom asintió y posó la barbilla encima de su cabeza.

—Lo sé, cariño, lo sé. Pronto habrá pasado, y olvidaremos este mal momento.

¿Valía la pena permitir que la vida de Rubeus Hagrid se arruinara por completo con tal de estar con Tom?

Se sintió una basura porque la respuesta era clara en su mente.

Después de todo, no era tan buena persona como quiso creer.

—No diré nada, Tomy.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora