15 | Yo no te miento

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No habían expulsado totalmente a Hagrid, pero a penas. Le habían roto su varita delante de él, que era lo peor que podría sucederle a un mago. Sin embargo, Dumbledore había abogado por él y ahora Hagrid estaba siendo entrenado como guardabosques, con derecho a vivir en una cabaña cerca del bosque prohibido. Fuera del castillo, pero dentro de Hogwarts.

Calmaba un poco la culpabilidad de Eloise. Principalmente la que sentía cuando estaba en el cuarto de Tom y veía aquel premio de Servicios Especiales al colegio que le habían otorgado por salvar el castillo.

—No puedo creer que Aragog matara a alguien —dijo después de un rato, pues había estado muy callada desde que Tom la llevó a su habitación, donde él estaba repasando algunos de sus apuntes como si una persona no hubiese sido asesinada días antes.

—Está en su naturaleza, Eloise. No puedes esperar que un animal destinado a comer personas elija no hacerlo solo porque lo cuidaste unos días.

—A mí nunca me hizo nada —siguió hablando, con los ojos llenos de lágrimas sin derramar—. Lo ponía en mi mano y él caminaba por mi brazo y me hacía cosquillas. Es venenoso y nunca me picó. No era malo.

Tom dejó los apuntes a un lado y la miró con algo de irritación. Ella llevaba varios días en negación, a penas hablando, a penas comiendo. A él le molestaba que el asunto de Hagrid le afectara tanto.

—¿Cómo podrías saber que tarde o temprano no iba a morderte, o algo parecido?

—Aragog no... —pero entonces se acordó. Hagrid le había dicho una vez, antes de que todo aquello pasara, que la acromántula había estado rogándole que la dejara libre, que insistía mucho en salir del baúl. Eloise supuso que era porque estaba creciendo mucho y no quería vivir encerrado, pero ¿y si era porque quería atacar a alguien que no fueran ellos dos?—. Dios mío —volvió a sollozar, atrayendo las piernas a su pecho—. Dios mío, es mi culpa. Debí haberle dicho que teníamos que llevarla fuera de Hogwarts, o... debí haberle informado al profesor Dumbledore.

El chico suspiró con cansancio. La misma absurda culpa de siempre. Ya no sabía qué decir para hacerle entender a Eloise que estaba impune en todo ese tema, que no era responsable de los hechos. Se había encargado de que así fuera.

—Debiste habérmelo dicho a mí, Eloise —se subió con ella a la cama, destapando su rostro repleto de sufrimiento. Tom bajó el tono de su voz—. Yo te habría ayudado a que la araña no saliera. ¿Ves lo que pasa cuando no confías en mí?

Eloise negó con mucho dolor. Sentía una agonía en su pecho que no parecía querer irse. La acompañaría toda la vida.

—¡Sí confío en ti, Tomy!

—Pues no lo pareció cuando me ocultaste a la acromántula —a pesar de que su voz era suave, el reproche estaba ahí, torturando a Eloise como garras arañando su corazón—. Si confiaras en mí, me lo habrías contado.

—Le prometí a Rubeus que no le contaría a nadie. Le prometí que era nuestro secreto.

Algo parecido a los celos apareció en los ojos oscuros de Tom.

—¿Y su promesa es más importante que yo? —Eloise vaciló, así que Tom eligió otra carta—. Una niña murió porque decidiste que Hagrid era tu prioridad. Decidiste solapar algo que es absolutamente ilegal, y cuando se les escapó de las manos una estudiante fue quien pagó las consecuencias. ¿Eso era lo que querías lograr cuando le prometiste no decirle a nadie?

Eloise se retorció, queriéndose arrancar el corazón del pecho porque le ardía demasiado. No soportaba estar bajo su propia piel. El más intenso remordimiento le quemaba por dentro.

—Yo no quería que muriera nadie, Tom, no quería...

Él la miró unos segundos más. Su bonita cara estaba contraída en una expresión de tormento, y generalmente de tan solo verla así habría hecho lo que fuera necesario para devolverle la sonrisa, pero esta vez necesitaba que ella entendiera. Que ella se convenciera a sí misma de no volver a desobedecerlo, a mentirle.

—Sé que no querías, pero pasó. —Comentó al fin—. Pero no volverá a suceder, porque ya no vas a ocultarme nada, ¿verdad? Solo así puedo ayudarte.

—No lo volveré a hacer —aseguró apretando las manos en sus rodillas—. No te volveré a ocultar nada, lo juro. Lo juro, lo juro...

Cuando empezó a merecerse presa del llanto, fue cuando Tom decidió abrazarla, que era lo que ella tanto necesitaba. Se mantuvieron en esa posición por largos minutos, con ella llorando hasta que estuvo seca, somnolienta y con una jaqueca horrible. No obstante, estaba lo suficientemente lúcida para que algunas dudas surgieran en su cabeza.

—¿Tom?

—¿Sí?

—¿Cómo fue que terminaste ganaste un premio por salvar la escuela?

Tom, que ya tenía una historia lista en caso de que su astuta inteligencia tuviera aquella incógnita, respondió con serenidad.

—La vi por los pasillos, intentando de escapar. Traté de lanzarle un hechizo aturdidor, pero era rápida y grande. Se fue al bosque prohibido, así que le informé de inmediato al director Dippet. Mandó a algunos profesores a buscarla, pero sabes que nadie puede adentrarse mucho al bosque. La acromántula escapó, y en ese momento no sabíamos que había logrado asesinar a alguien. Nadie lo sabía, hasta que la encontraste en el baño.

Le dieron escalofríos, por lo que se apretó más contra él. Si era cierto que Aragog la asesinó, entonces estaba agradecida con Tom por haberla ahuyentado antes de que se cobrara otra víctima. En lo que a ella respectaba, su novio tenía bien merecido el premio.

Eloise, obviamente, no tenía idea de cómo había muerto Myrtle. Tampoco quería preguntar.

—Escuché rumores sobre Hagrid abriendo la Cámara de los Secretos, y que de ahí salió Aragog —musitó Eloise—. Eso es falso, ¿cierto? La Cámara de los Secretos es un mito, y aunque fuera cierto, Hagrid no podría haberlo hecho.

—No conocemos a Hagrid para afirmar eso.

—Yo lo conozco —pero no sonaba muy convencida—. De todas formas, Aragog no pudo salir de ahí porque lo conocí de bebé. Él nació en ese armario.

—Lo conociste de bebé, sí —rebatió Tom—. ¿Viste el huevo?

Ella se paralizó.

—No...

—Hagrid perfectamente pudo haberlo sacado de algún nido dentro de la Cámara. Si la teoría fuera cierta y la Cámara existiera, por supuesto. El director ha ordenado investigar el castillo de principio a fin y no la han encontrado.

No quería pensar en esa posibilidad. Hagrid era tan bueno, tan bondadoso, que pensar en que sacó a Aragog de esa dichosa Cámara y que alguien había muerto por eso, dolía más de lo esperado.

Dispuesta a cambiar de tema, Eloise le preguntó:

—¿Has hablado de algo con el profesor Sloghorn en las fiestas del Club de las Eminencias?

—¿A qué te refieres?

Se acomodó hasta quedar sentada en el regazo de Tom, que la rodeó firmemente.

—El profesor ha estado actuando raro, especialmente cuando está cerca de ti. Y una vez tardaste más tiempo en una de sus reuniones.

—Nos quedamos hablando esa vez, pero no fue nada particularmente interesante —contestó calmado—. Me sigue preguntando por ti. Ya se me acabaron las excusas, así que tendrás que ir al menos a una fiesta.

—Mmh —se quedaron en silencio un rato más. Eloise pegó la oreja a donde los latidos de Tom sonaban en su tórax. Latían con normalidad—. ¿No me mientes?

—No, Eloise —le besó la cabeza—. Yo no te miento.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora