18 | ¿Lista, pequeña?

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Eloise se agachó a recoger el vestido que se le había caído del cesto, y no tardó en colgarlo en un gancho y meterlo en el armario de madera oscura en la habitación. Luego, habiendo terminado de colgar y doblar toda la ropa, se dio la vuelta y miró a su alrededor.

Era un cuarto relativamente pequeño, no más grande de lo que eran los cuartos en el orfanato. Una cama, un tocador y un armario. Paredes grises, ligeramente sucias tras años de uso, y piso de un café claro. No era del todo horrible, y gracias a las vagas decoraciones de Eloise lucía con un poco de vida.

Suficiente para empezar una vida de adultos. Porque sí, los dos eran oficialmente mayores de edad.

De hecho, se habían graduado de Hogwarts hacia aproximadamente dos meses. Eloise recordaba aquel día como el mejor de su vida. Vestida con una toga encima de su uniforme, recibiendo su título y una condecoración por ser una alumna destacada, al igual qu Tom. Después todos habían ido al Lago Negro, donde los botes esperaban. Fue una despedida del castillo bastante emotiva, simbólica y poética, similar a la forma en que habían llegado en primero, y Eloise terminó llorando porque siete años de su vida quedaron guardados entre las paredes de la institución, que esperaban pacientemente a que nuevas generaciones contaran sus historias.

Hogwarts siempre tendría un lugar especial en su corazón. Era su segundo hogar, después de Tom.

O mas bien, después de este cuartucho medio deprimente, pero lleno de buenas vibras.

Eso quería pensar Eloise. Suspirando, se acostó en la cama con los brazos extendidos y miró al techo agrietado. Su temporal refugio se trataba de una habitación en el Caldero Chorreante, porque ninguno tenía dinero para comprar una casa. Eloise no tenía familia y la herencia de Tom se limitaba al nombre y apellido. Sabía que su padre muggle era rico, pero por ahora no quería tener nada que ver con él y Eloise lo apoyaba.

Inmediatamente después de la graduación, Tom había pedido empleo en Hogwarts, pero el director Dippet lo rechazó tal cual ella lo había pensado. Actualmente trabajaba en una tienda de antigüedades llamada Borgin & Burkes, en el callejón Knockturn, un lugar que le daba escalofríos a Eloise y por el que prefería no transitar. Tom, sin embargo, se desenvolvía en ese ambiente con naturalidad.

Eloise había puesto en la mesa la posibilidad de trabajar para ganar más dinero, después de todo se había graduado con calificaciones casi perfectas y los EXTASIS habían sido pan comido gracias a su previa preparación. Podría conseguir empleo en prácticamente cualquier cosa. Pero Tom le respondió que no lo necesitaba, que él conseguiría el dinero suficiente para seguir con los planes que todavía no le contaba. Así que ella se dedicó a ambientar la que sería su casa hasta nuevo aviso.

No era la vida que se había imaginado, pero cualquier cosa era bienvenida si estaba con él.

Como si hubiera sido invocado, la puerta de la habitación se abrió con las llaves de Tom. Casi siempre el cuarto estaba cerrado con llave para la protección de Eloise, aunque a ella le gustaba salir del Caldero y adentrarse al Callejón Diagon, por lo que Tom se vio obligado a darle una copia de las llaves. Ese día ella había decidido quedarse en casa y limpiar, la relajaba de algún modo.

—Hola —la saludó Tom, cerrando tras él. Llevaba el saco colgado en el brazo, con las mangas de su camisa enrolladas hasta los codos. Se veía guapísimo y el corazón de Eloise dio un salto mortal.

Se incorporó, rompiendo en una gran sonrisa.

—Hola, Tomy.

Él depositó el saco en la silla del escritorio antes de volverse hacia ella, avanzar y acunar su rostro para besarla con ansias. Su horario era desde temprano en la mañana hasta entrada en la tarde, por lo que comúnmente se extrañaban el uno al otro la mayor parte del día.

Eloise suspiró en el beso. Siempre se sentía flotando cuando él la besaba.

—¿Has tenido un buen día?

—Tom, soy yo quien debe preguntarte eso —sonrió ella, deslizando sus suaves manos por la mandíbula fuerte que Tom había desarrollado. Tenía un cuerpo muy saludable y medio fornido. No muy musculoso, pero nada débil. Y cuando flexionaba sus músculos para cargarla y acostarla en la cama, como lo estaba haciendo ahora, las venas de sus brazos se marcaban y Eloise se derretía completa.

—Me interesa más tu día que el mío —rebatió, con una mano en su cintura y la otra sobre la cama, al lado de su cara.

—Bueno, pues estuvo bien. Hoy no salí, pero lavé la ropa —bajó la mirada, dándose cuenta de lo triste que sonaba. Tom también lo notó, debido a que besó castamente su frente para luego mirarla a los ojos.

—Sé que vivir aquí no es de tu agrado, y que yo te prometí más que esto...

—No soy exigente —lo interrumpió despacito, pasando los brazos por el cuello de Tom—. No quiero nada que esté fuera de nuestras posibilidades. De verdad, soy feliz donde sea mientras sea contigo.

Tom la miró durante un largo momento, con una extraña expresión en el rostro. Parecía pensativo.

—Deberías exigir más —dijo al fin—. Alguien como tú debe tener lo mejor, Eloi. Y yo voy a dártelo.

Eloise lo sintió hurgar en el bolsillo de su pantalón, y esperó curiosa a que él colocara el objeto que sacó en la palma de su mano, súper atento a la cara que pondría al verlo. Cuando ella abrió la mano, ansiosa, las palabras se atoraron en el fondo de su garganta.

Era un anillo. Pequeño, delicado, sencillo, pero sumamente hermoso. Se trataba de una tira dorada con un diamante circular en el centro. No sabía si era un diamante de verdad, o si Tom había gastado mucho comprándolo, simplemente se quedó viéndolo con fijeza hasta que él se lo quitó y lo deslizó con delicadeza en el dedo de su mano izquierda, y entonces ella empezó a llorar porque el momento era precioso e íntimo, justo como ella describía su relación.

—Tom..

—Creo que es hora de que lo hagamos —murmuró sobre la boca de su novia, con las comisuras de sus labios extendiéndose en una sonrisa pícara—. ¿Estás lista para convertirte en Eloise Ryddle, pequeña?

La castaña estaba tan llena de emoción que las palabras se le olvidaron y se limitó a sollozar de alegría y reír de aún más alegría, abrazando a Tom y repartiendo besos babosos por todo su rostro, causándole una risita que aceleró sus latidos porque escuchar reír a Tom siempre sería el sonido más hipnotizador del mundo.

Se volvieron un revoltijo en la cama, con ella abrazada a él como si no quisiera soltarlo nunca, y él rodeando su cuerpo como si no fuera a permitir que se soltara.

Al final, después de minutos de un cómodo silencio, Eloise alzó la cabeza. Sonrió de oreja a oreja, besándole la barbilla de forma juguetona.

—Estoy lista, Tom.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora