*Pequeño salto en el tiempo de varios largos añitos, tipo la Rosa de Guadalupe.
Si ven incongruencias con los años, les recuerdo que cambié la cronología en muchos eventos importantes. Pronto les traeré una línea del tiempo para ubicarnos con más claridad*.
HAPPY HALLOWEEN!
—Mi señora.
Eloise bajó el periódico que estaba leyendo y miró al mortífago que inclinaba la cabeza hacia ella como muestra de veneración y respeto.
—¿Sí?
—El representante del Ministerio la espera en la sala, mi señora.
—De acuerdo, dile que me espere un momento. Puedes retirarte.
El hombre asintió y se dio la vuelta, saliendo apresurado del comedor. Eloise, despreocupada, volvió la vista al periódico. Las noticias sobre desapariciones, muertes y torturas del mundo mágico no paraban. Lord Voldemort era un nombre ya conocido por todos, temido de igual manera. Todo mago existente volteaba sobre su hombro más de una vez, desconfiando de sus amigos y familiares porque nadie sabía quiénes eran mortífagos y quiénes no, quiénes estaban bajo la maldición Imperius o quiénes estaban por voluntad propia.
Desde que hicieron públicas sus intenciones de purificar la sangre mágica, cientos de brujas y magos salieron de sus escondites para unirse a la causa, arrasando con creces a los renuentes que no aceptaban su inminente derrota.
A Eloise no le quitaba el sueño quiénes eran eliminados, mientras no interfirieran con sus planes. A través de los años había perdido la sensibilidad al grado de estar plenamente a cargo de la organización, y no como la segunda al mano. No, Eloise era atemorizada y admirada por sus mortífagos tanto como lo era Tom. No obstante, había especificado que deseaba mantener su nombre anónimo. Tampoco le interesaba tener un seudónimo. El mundo la conocía con el apodo de «Señora Oscura», la compañera de Lord Voldemort. Eso le gustaba.
Se puso de pie y dobló el periódico, saliendo de la cocina. El sonido de sus tacones contra el suelo resonó por las paredes, avisando de su llegada a los hombres en la sala, que se pusieron de pie para recibirla apropiadamente.
—Mi señora —saludó Drawill, el mortífago más leal, además de Ashforth, metido en el Ministerio—. Se ve usted impresionante, si me permite decirlo.
Los mortífagos que custodiaban todas las entradas de la sala se tensaron, pero Eloise soltó una suave risita que erizó los vellos de todos. Se sentó en el sofá individual, cruzando sus piernas enfundadas en jeans negros, y entrelazó sus manos, jugando con el anillo de los Gaunt.
—Te lo permito, Drawill, pero que no se te haga costumbre. Si mi esposo te escucha decirlo, no pasarás del umbral.
Drawill tragó saliva y se sentó en su lugar, haciendo una nota mental de no volver a elogiarla.
—Por supuesto, mi señora. Una disculpa.
—Disculpado. —La castaña sonrió con sátira, estirando sus carnosos labios pintados de rojo—. Ahora dime qué novedades me tienes.
Él asintió y sacó de su abrigo una carpeta delgada. Se la extendió a Eloise, esperando que la tomara, pero ella lo veía inexpresiva. Hizo un leve movimiento con su dedo, cuyas uñas largas relucían con barniz negro, y uno de sus súbditos recogió la carpeta por ella.
—Sé un buen chico y hazme un resumen, Drawill.
El mencionado asintió, nervioso.
—Como desee, señora. Empezaré explicándole la situación dentro del Ministerio. Tal como lo planearon, está hecho un absoluto desorden. El Ministro tiene las manos atadas, no sabe en quién confiar ahora que la mayor parte de los trabajadores están de nuestro lado, mi Lady. Ni siquiera el Departamento de Seguridad Mágica es suficiente para detener las matanzas. El Ministerio lo oculta, pero gracias a las órdenes de Lord Voldemort, las muertes se volvieron contra los muggles. Hay mortífagos causando estragos en toda Gran Bretaña, sean magos o no, preferentemente los que no son y los sangre sucia.
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Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔
FanfictionPARTE 1 CONCLUIDA. ES UN BORRADOR, SE EDITARÁ EN EL FUTURO. Días después de nacida, Eloise fue abandonada en las puertas de un orfanato. No había ningún indicio de su origen en aquella canasta tejida, nada que indicara su naturaleza mágica. Sin emb...