CAPÍTULO 5

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Narra Jason

-Buenos días.- Saludo al vigilante al bajar de mi camioneta, ayer fue un día agobiante, no ví a Angelina y jamás pensé que me haría tanta falta ver a alguien, la reunión que tuvimos se extendió más de lo que habíamos planeado, traté de mantener mi mente enfocada en los puntos pactados para la reunión pero ella, la muy intrusa siempre aparecía en mis pensamientos, cuando salí era bastante tarde y ya se había ido.

Ingreso por la gran puerta de vidrio y allí está ella, más hermosa que todos los días, los sábados no brindamos atención en la parte de consulta externa por lo que está tranquila y solitaria esta parte y tampoco es obligatorio venir uniformados, no puedo evitar sonreír, no sé cuál ha sido el embrujo pero esta mujer cada día se instala más en mi mente.

De pronto veo a Santiago el mensajero, acercarse a Angelina y hablarle de forma descaradamente coqueta y ella en respuesta es amable con él, el enojo provocado por esa escena comienza a apoderarse de mí, no debería, no hay una escena comprometedora aquí y no tenemos nada tampoco.

Y ese es el problema, no hay nada entre nosotros, no me puedo acercar y reclamarla mía, marcar territorio, por que no tengo derecho alguno, pero lo que más me duele es su reacción, amable, tal como lo es con Manuel a sabiendas de que es de su interés y tal como se comporta conmigo a pesar de mis insinuaciones.

¿Qué puedo hacer en un momento así? No puede ser normal, es enfermizo lo que siento y será peor si me sigo dejando llevar.

-Buenos días.- Digo al fin cuando decido olvidarme del asunto y pasar rápidamente para llegar a mi oficina, ella levanta su rostro en medio de un brinco, al parecer aún no se había percatado de mi presencia.

-Buenos días señor.- Me saluda Santiago. -Le he dejado varios documentos con su secretaria.

-Gracias.- Me limito a responderle, giro un poco la cabeza y me encuentro con una Angelina sonriente, sonrojada y como aguantando una carcajada.

-Buenos días, Jefe.- En cuánto me saluda sé el porqué de su expresión, seguro habrá recordado cuánto me disgusta que me llamen señor.

-Nos vemos más tarde.- La ví sonreír de nuevo y asentir con la cabeza.

Subí de prisa, debo ocupar mi mente de lo contrario se me hará eterno este día. Ingreso a la oficina, saludo, recibo los documentos y comienzo mi rutina.

Antes de lo pensado se hacen las doce del medio día y me apresuro a organizar todo para salir, al bajar ya están todos reunidos al parecer organizándose para transportarse hasta el lugar, la casa de Angelina.

Somos en total cuatro hombres y seis mujeres, los tipos tienen moto pero las mujeres no tienen un medio de transporte propio, y como yo tengo camioneta hago lo que nunca pensé hacer, ofrecerme para que vayan conmigo, total vamos para el mismo lado.

-Tres de ustedes pueden ir con ellos y las demás irían conmigo en la camioneta.- Dije entrometiéndome en la discusión para partir rápido.

-Angelina puede ir conmigo en la moto.- Dijo Manuel mirándome con... Ira al parecer.

-Yo pienso que debería ir conmigo en la camioneta, no conozco el camino y podría perderme con facilidad.

-El GPS le ayudará a no perderse, jefe.

-No tengo la ubicación.- Dije en un tono exasperado.

-Bien, les mandaré la ubicación a ambos e iré con Franklin, ¿Te molesta si voy contigo?- Pregunta Angelina, a él no le molesta, por supuesto que no, pero a mí sí, ¿Qué le costaba acceder a irse conmigo? Iría más cómoda, yo iría más cómodo.

Acepto con cara de pocos amigos, al fin terminan de organizarse y nos ponemos en marcha, ya en la camioneta las viejas parecen cotorras, no paran de hablar y de reírse por cosas sin sentido, al punto de querer mandarlas a callar pero me contengo.

Nos adentramos al barrio donde vive Angelina y es diferente a lo que estoy acostumbrado, no me desagrada porque mis padres surgieron desde la pobreza y siempre me enseñaron el valor de la humildad, pero después de haber probado las mieles de la riqueza no me veo viviendo por acá.

El GPS me indica que hemos llegado y veo las motos de los demás parqueadas a un lado de la acera, así que parqueo a un lado también, bajamos e ingresamos a la casa la cuál tiene la reja y la puerta abierta aguardando por nosotros.

Al entrar veo a una alegre Angelina con un niño en sus brazos, sin temor a equivocarme diría que es su hijo, lo abraza, le da besos, le sonríe y le dice cosas muy dulces, siento envidia y quisiera ser yo quién estuviese en su lugar.

-Supongo que es tu hijo.- Digo al acercarme.

-Sí, lo es, mira mi amor te presento a mi jefe, jefe le presento a mi hijo.

¿Cómo carajos se saluda o se presenta uno ante un niño? ¿Le doy la mano? ¿Le hablo como pendejo?

-Hola, mi nombre es Ander.- Dice el niño con una sonrisa amplia rompiendo el silencio, dejando ver el agujero donde antes reposaba uno de sus dientes.

-Mucho gusto jovencito, el mío es Jason.

-Das un poco de miedo, eres muy grande y te ves muy fuerte, apuesto a que me levantarías con una sola mano.- Reí ante la ocurrencia del niño, una risa un poco sonora y sincera, todos voltearon a verme extrañados pero decidí ignorarlos y continuar la extraña conversación.

-No lo sé, tal vez si pueda, ¿Hacemos el intento?

-No, Ander no incomodes a los invitados por favor, ve a la habitación, jefe usted siga al patio allá hay algunas sillas y ya están encendiendo la parrilla.

-Bueno pequeño tu mamá ya me echó y dió por finalizada la conversación, continuamos luego.

Ay! Qué cosas dice, no... Eh... Iré a la cocina.

Me siento vulnerable cada vez que estoy cerca de ella, ¿De dónde salió todo eso? ¿De cuándo acá yo hablo con los niños? Me giro para ir hacia el patio trasero pero la sarcástica voz de Manuel me detiene.

-Señor... Gran... Jefe, ¿Podemos hablar? No le quitaré mucho de... Su valioso tiempo.

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