CAPÍTULO 25

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Conversación telefónica

-Hola, buenas tardes.

-Sí, buenas tardes, ¿Con quién tengo el gusto?

-Habla Fernando Osorio, asesor de Bancolombia, por favor con el señor Diego Beltrán, le estamos llamando a su celular pero se va directo a buzón

-Sí, eh... Él... ¿Para qué lo solicitan?

-Sucede que el señor Beltrán hace casi cinco meses dejó de pagar la cuota del seguro de vida que obtuvo con nosotros hace un tiempo y queremos saber si desea cancelar el servicio o se pondrá al día con las cuotas.

-¿Seguro de vida? No tenía idea de que Diego hubiese solicitado uno, verá... Diego murió, prácticamente el tiempo que tiene sin pagar es el tiempo que lleva... muerto.

-Lamentamos mucho su pérdida, usted debe ser la señora Angelina Suárez Estrada viuda de Beltrán, ¿Estoy en lo cierto?

-Sí, soy yo, puedo saber... ¿A nombre de quién está el seguro de vida?

-El seguro de vida está a nombre suyo.

-De verdad que no sabía absolutamente nada de esto, me toma por sorpresa, ¿Seguro que no es una broma?

-Por supuesto que no señora Suárez, jamás hacemos bromas, de ningún tipo, si gusta puede acercarse hoy a la sucursal que está ubicada en el Centro Comercial Paseo de la Castellana y con gusto le brindaremos toda la información al respecto, cerramos a las 5pm, ¿Tiene tiempo para llegar?

-Sí, ya voy para allá, gracias.

Fin de la llamada

-¿Qué pasó? ¿Un seguro de vida? ¿De cuánto es?

-No lo sé mamá, no me dieron mayor información, debo ir al banco, es más, salgo de una vez.

Aún con el uniforme de la clínica puesto salí rumbo al centro comercial, me conmueve que Diego hasta después de muerto siga viendo por nosotros, nos amaba tanto y se preocupaba a tal punto que decidió asegurarse de nuestro bienestar en todo momento.

Al llegar pregunto por Fernando Osorio, llaman al chico y este me hace pasar a una pequeña oficina de cristal, al parecer estos temas se tratan con cautela, me explica que hace dos años Diego solicitó el seguro de vida con ellos, al principio la cuantía era baja pero a medida que pasaba el tiempo lo fue aumentando.

Diligencié la documentación requerida y me dieron una tarjeta de la cuenta donde estaba el dinero depositado, no podía creer como cambió mi suerte de manera repentina.

Al llegar a casa ya estaban Paz y mi pequeño allí, en cuanto me vieron supieron que algo bueno sucedía, ya que mi felicidad era más que evidente.

-Ahora sí, habla, ¿Cómo te fue? ¿Qué te dijeron? ¿De cuánto dinero estamos hablando?

-Ya, ya calma.

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