CAPÍTULO 3

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Jueves por la mañana

Las consultas están retrasadas y hay muchos pacientes en la sala de espera, es caótico lidiar con tantas personas a la vez, el teléfono suena y contesto sin siquiera mirar la pequeña pantalla para ver de quién se trata.

-Clínica la esperanza buenos días, le habla Angelina Suárez, ¿En qué le puedo ayudar?

-Si tan solo llevaras la vista hacia el teléfono, te habrías ahorrado el protocolo.- Me sorprendo al escucharlo hablarme pero aún más por hacerlo con tanta confianza.

-Tiene razón, lo tendré en cuenta para la próxima vez que entre una llamada. Dígame ¿En qué le puedo ayudar?

-Me preguntaba si me excluyeron del plan del sábado.

-Por supuesto que no señor, ¿Por qué dice eso?

-No has venido a mi oficina por el dinero.

-Lo sé, es sólo que ha habido mucho trabajo e inconvenientes esta mañana.

-¿Inconvenientes?

-Nada grave, el sistema dejó de funcionar un momento y las consultas se retrasaron.

-Entiendo, revisaré eso. En cuanto tenga tiempo suba por favor.

-Lo haré.

Colgué el teléfono y sentí mi corazón palpitar más acelerado de lo normal.

-¿Hablabas con el señor Lombardi?

-Así es.

Wow! Amiga... Me quito el sombrero, ¿Cómo hiciste? Tuviste una charla amena con él, asistirá a una de nuestras alocadas reuniones, está interesado en ti, no me cabe la menor duda.

-Estás loca Paula, deja de decir eso que puede llegar a sus oídos, tal vez se moleste y la cercanía que tiene con nosotros se vaya al carajo.

-¿Te afectaría si se alejara de ti?

-Dije de nosotros.

-Mmm... Ya quiero que sea sábado.- En su rostro se vislumbraba la maldad, quién sabe que planea esta mujer.

Llegó la hora del almuerzo y Paula y yo nos turnamos para comer ya que la otra compañera no pudo venir, comí lo más rápido que pude para poder ir a la oficina del jefe moja bragas a por el dinero.

Llego y doy dos suaves golpes a la puerta, escucho que alguien dice Adelante del otro lado así que abro la puerta y asomo la mitad de mi cuerpo, para que él pueda ver de quién se trata y decida si recibirme o no.

-Buenas tardes señor Lombardi.

-Buenas tardes Angelina, pasa por favor, toma asiento.- Con nerviosismo hice lo que me pidió. -Primero que todo no me llames así, puedes decirme Jason (Yeison).

-No señor, no podría, me resultaría muy incómodo y no quiero que mis compañeros me escuchen y malinterpreten las cosas.- Sentado en su silla se inclina hacia delante y reposa los antebrazos sobre el escritorio.

-¿Qué podrían interpretar tus compañeros de una situación tan vaga como esa?- Su voz sensual e insinuante despiertan el deseo al cual me he estado negando y mi respiración se vuelve pesada. -¿Te has dado cuenta que incluso soy menor que tú? Creo que el señor no me queda aún.

-Olvídelo y pues tiene razón, si no le molesta puedo llamarlo jefe.

-Prefiero ese título. Ahora dime, ¿Cuál será el menú?

Si fuese por mí te comería a ti.
¡Ay! No... Pero ¿Qué estoy pensando?›

-Después de pensar en varias opciones, nos decidimos por carne asada, papas cocidas y una ensalada sencilla de lechuga con cebolla, ¿Le gusta?

-¿Papas cocidas?

-Sí, tal vez las conozca como papas al vapor o algo así, aunque no me parece correcto que tengan ese nombre, ya que, es el agua quien las ablanda no el vapor.- Lo ví sonreír por primera vez y fue un tiro directo a mis malos pensamientos, creo que incluso si lo viera sentado en el inodoro, pujando a punto de evacuar no se borrarían esas ideas.

-Por mí no hay problema, ¿Cuánto es?

-Diez mil pesos (Colombianos) por cabeza.

-Somos 10, serían cien mil, ¿Eso alcanza?- En está ocasión la que rió fui yo, nosotros los pobres nos la ingeniamos para que coman 4 dónde solo había comida para 3.

-Sí se... Perdón, jefe, si alcanza no se preocupe, incluso queda un poco de dinero, ya los demás están pensando en las cervezas que comprarán con eso.

-Bueno, confiaré en ti.- Se levanta de su asiento y se posiciona detrás de mí, posa una de sus manos sobre mis hombros y corrientes se desprenden desde mi vientre, no sé qué tiene él que aún sin hacer nada logra desestabilizarme. -Te ves un poco tensa.

-Es que... Paula debe estar desesperada, ella no ha podido almorzar porque hoy no vino María a trabajar y la recepción no se puede quedar sola.

-Entiendo.- Camina y se posa frente a mí esta vez, saca un billete de cincuenta mil pesos de su billetera y me lo brinda, me pongo de pie y quedo a escasos centímetros de su marcado, musculoso y trabajado cuerpo, su perfume me embriaga y su porte me hace delirar, acerco mi mano y al tomar el billete, en un momento de debilidad aprovecho para tocar sus dedos con los míos, y ahí está de nuevo la mirada de cuando nos conocimos y cuando hablamos por primera vez en el comedor, penetrante, indescifrable y con el ceño levemente fruncido.

-Solo son diez mil jefe.

-Tómalos, si queda dinero habrá más para las cervezas, además...- El ambiente se sentía tan tenso que era casi palpable. -Un amigo irá conmigo, el gasto de mi parte será doble.

-No siendo más me retiro, que tenga una buena tarde.

-Igual para ti Angelina.

Mi nombre jamás había sonado tan sexy en boca de alguna persona. Salí de su oficina con el corazón latiendo a mil por hora y la respiración agitada como si hubiese corrido un maratón, mi parte necesitada lucha contra mi parte racional, no es posible que esté deseando e inventando fantasías sexuales cuando apenas hace cuatro meses perdí al hombre a quién le juré amor hasta el día de mi muerte.

Aunque analizando bien, la frase fue: "Hasta que la muerte los separe", ¿Estará bien esto que estoy sintiendo? De todos modos no quiero hacerme falsas ilusiones y luego sufrir innecesariamente, qué se va a fijar él en alguien como yo, Paula lo dijo tiene a muchas mujeres detrás suyo, bastantes opciones de dónde escoger.

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