Siglos han pasado tras el último contacto entre humanos y fae después de la gran guerra y el mundo se divide en tres partes.
El sur pertenece a los humanos, con sus castillos y sus frágiles poblados. Al oeste dormita Hybern, un sitio de leyendas qu...
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⸻ capítulo cinco: la decisión ⸻
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EL SONIDO DE LOS CASCOS de los caballos acompañó a Feyre en el camino de regreso a casa.
Al abrir los ojos, los efectos del hechizo que la hizo dormir tras cruzar el Muro comenzaron a desvanecerse, la vista que la recibió fue del todo desconocida.
El sendero por el que el carruaje ascendía estaba flanqueado de plantas y flores. Feyre notó que jamás había estado allí. Sin embargo, su distracción con el camino muy pronto se vio ocupada por otra cosa diferente; un castillo de mármol blanco y techos de color esmeralda más grande que ninguna casa que hubiese visto.
El vehículo se detuvo. Ella bajó.
La primera cara familiar fue la de Nesta. Su hermana se acercó como una gran anfitriona y habló para recibirla:
-Bienvenida a nuestra casa...-dijo Nesta en un tono un poco inexpresivo, los ojos clavados en el suelo-, lady...
Feyre soltó una risa.
-Nesta...-dijo- ¿No reconoces a tu propia hermana?
Nesta se puso rígida al instante. La joven Elain jadeó.
-¿Feyre? -Su nombre salió extrañamente de sus labios- ¿Qué ha pasado con la tía Ripleigh? ¿Está...? ¿Murió?
Feyre desvió la mirada asintiendo, la mentira de Tamlin en su mente. Así que tenía razón, pensó, de verdad su familia no recordaba nada de lo sucedido.
-Te dejó su fortuna -afirmó Nesta decididamente, el centro de su frente se arrugó.
-¡Deberías habernos avisado, Feyre! -exclamó Elain, que seguía con la boca abierta-. Ah, qué horrible... Estuviste sola allí cuando murió, pobre... Papá se va a sentir muy mal cuando sepa que no pudo ir al funeral y presentarle sus respetos.
Feyre se mantuvo en silencio. Sus ojos grises escrutaron el mar de caras nuevas, de sirvientes que iban y venían, pero no pudo encontrar a la única que realmente se moría por ver. Aquello le hizo hundir los hombros.
-¿Por qué estás tan callada? -preguntó Nesta alzando la barbilla, la desconfianza bailando en su gesto.
Feyre se mordió el labio inferior ante el tono mordaz de su hermana, tan fácilmente disfrazado como curiosidad.
-Es solo que... -replicó, mirando a sus dos hermanas- ¿Dónde está Dione?
Al escucharla, Nesta estrechó los ojos. Elain, por otra parte, miró inmediatamente hacia una de las altas torres de aquel inmenso lugar, una con una gran ventana redondeada y cristaleras de colores. El tranquilo reverberar de un piano resonó desde su interior.
