xxxix. treinta y nueve

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INOCENCIA SANGRANTE

⸻ capítulo treinta y nueve: el sentido de las cosas ⸻

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capítulo treinta y nueve: el sentido de las cosas

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REGRESAR AL CAMPAMENTO se sintió despacio. Un paso a la vez, un chasqueo de sus poderes para llevarlos a todos de vuelta, un simple cambio de escena.

El humo de las hogueras que sucumbían al poder del amanecer se elevó hacia el cielo en volutas casi transparentes, llenando el espacio de un olor cenizo que a Dione le recordó a la sensación de tener un recuerdo que no puedes figurar del todo.

Los soldados dieron la voz que había llegado. La carpa de guerra se abrió de par en par.

El primero en salir fue Helion, que ya había sentido su presencia, seguido de cerca por Nesta, que empujó abriéndose paso y jadeó cuando enfrentó el deplorable estado de su hermana.

—Oh, dioses... —susurró, aliviada y agradecida a partes iguales, y se acercó inmediatamente—. ¿Qué ha...?

De no haber sido por el ligero lloriqueo proveniente del bulto en brazos de su hermana, Nesta, probablemente hubiese sido capaz de terminar su pregunta. A Dione no se le crisparon ni los labios.

—Estos humanos necesitan atención, llevadlos junto a los demás. -La voz que vino de ella fue seca y determinante. No miró a Feyre cuando ella también apareció buscando sus ojos.

Se giró hacia la primera fila de carpas y murmuró.

—Quiero estar sola.

Aparentemente, la regla no aplicaba para el gran señor de la Corte Día, que la siguió con paso firme y un ondeo hipnotizante en su túnica blanca como las nubes.

Ya en su carpa, Dione dejó al niño sobre la cama con sumo cuidado y lo liberó de los confines de la sucia tela que lo envolvía. Fue paciente, dio tiempo a que estirase sus cortos brazos y piernas, e incluso se notó sonreír cuando él produjo un gorjeo que fue risa. Los dedos de Dione se lanzaron hacia sus cabellos rizados, castaños como el café, y los peinó hacia atrás. Él pareció deleitarse ante la acción, extendiendo ambas manos en signo de victoria.

Alaric no podía tener más de unos meses, Dione dudaba que llegase al año. Era un niño de otoño, nacido a finales de octubre cuando el invierno apenas había comenzado a presentarse poco antes del regreso de Feyre a las Tierras Mortales en busca de ayuda.

Ahora que estaban en verano, Dione calculaba unos ocho.

—Ni siquiera recuerdo el día —Maldijo su memoria, tan borrosa que apenas le daba para recordar la estación y el mes—. Pero te daré un cumpleaños nuevo, ¿te gusta el 23 de octubre?

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora