xxii. veintidós

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CÁNTICO AL HADO

⸻ capítulo veintidós: el deseo de una diosa ⸻

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capítulo veintidós: el deseo de una diosa

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AL PRINCIPIO ÉRASE la Nada. Un hueco en mitad de un punto sin espacio y tiempo, formado de materia desconocida, sujeto por sí mismo pues tal y como decía su nombre, no había nada en el.

De la Nada vino el Algo.Un latido de energía concentrado, nacido en las entrañas del vacío oscuro, destinado a ser la chispa que impulsaría la existencia.

Dicha chispa se dividió en dos nada más nacer, creando así las fuerzas primarias que rigen el universo que conocemos hoy en día. La primera se llamó Destino. Un ser nacido en consonancia con las fuerzas de su hermana, dedicado a regir las vidas de los seres que ella crearía. Su hermana fue conocida como La Madre.

Del frío y del calor brotó una tierra fértil y seca a la vez, dispuesta de climas diferentes donde podía nevar y llover al mismo tiempo, donde mientras un volcán estallaba un tsunami arrasaba las costas.

Ese lugar fue conocido como Origen. El punto más cercano en todo el universo al primer pulso de energía existente, donde Algo y Nada vivían dormidos.

Los hijos de dicho pulso, El Destino y La Madre, aceptaron sus tareas asignadas con gusto, preparándose para regir el orden de un lugar que solo había conocido caos. Así, la Madre creó la primera vida. Y Destino hiló su existencia.

Los eones permitieron a los hermanos hacer de aquella pequeña vida otras miles de millones, cuyos hilos se hicieron tan fuertes y gruesos que comenzaron a acumulársele al hermano mayor en sus cientos de telares. Por lo que Destino tuvo una idea, y decidió hacer del hilo un árbol que poco a poco fue bordándose con cada vida que su hermana iba creando, haciendo crecer así un gigantesco fresno cuyas ramas acariciaban el cielo y cuyas raíces se anclaban tan profundo en la tierra que alcanzaban todos y cada uno de los mundos que la Madre guardaba con celo en las Zanjas Apricias, donde sus creaciones evolucionaban con cada nuevo regalo que ella les iba brindando.

Con los dedos de los pies La Madre creó las cordilleras, cadenas montañosas extendidas en mundos hechos de pura tierra y otros de puro desierto. Con sus lágrimas, nacieron los ríos y se inundaron los mares, formando así lugares donde la gente vivía sobre el agua en un planeta completamente líquido. Del balanceo de su cintura vino el viento, un suspiro accidentado que desembocó en corrientes de aire . Y de su ira, el fuego y la lava, mundos rojos y brillantes como bolas llameantes, donde solo vivían unos pocos.

No obstante, su mayor tesoro siempre serían sus hijos. Como le gustaba llamarlos.

Los había de todas las especies; altos, anchos, con facciones animales, con alas, con plumas, con pieles hechas de cristal... cualquier cosa que se le viniese a la cabeza.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora