xviii. dieciocho

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MAREMAGNUM

⸻ capítulo dieciocho: lo que se perdió⸻

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capítulo dieciocho: lo que se perdió

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ENVUELTA EN LOS brazos fuertes del maestro espía de la Corte Nocturna, Dione comenzó su ascenso hacia la montaña de entrenamiento donde daría lugar su habitual clase de vuelo.

Azriel sabía que la había cagado. Y que el silencio de Dione hacia él era algo previsto. Pero aún así, no es que le molestase menos. Ya iban tres semanas.

De todos ellos, el único que no había recibido el trato silencioso había resultado ser Cassian. Según tenía entendido, el general apenas había aguantado un día antes de correr a la habitación de Dione y pedirle perdón, haciendo lo que él debería haber hecho pero que, evidentemente, no había llegado a realizar.

La disculpa había venido con un ofrecimiento, la oferta del combate cuerpo a cuerpo junto al aprendizaje de un par de maniobras para manejar la espada. Y aunque no usaba la otra, Dione todavía insistía en aprender, incluso si solo era con espadas de madera. Algo en lo profundo de su ser le decía que no tardaría en ponerlo en práctica. Desde entonces, Dione entrenaba con Cassian todas las mañanas.

Por otra parte, aunque reticente, con Azriel entrenaba por las tardes. Eran ejercicios de flexibilidad y velocidad en su mayoría, todos dispuestos para el adaptamiento de su cuerpo a las nuevas alas.

Azriel había notado su progreso a lo largo de los días, y más de una vez había querido felicitarla, pero, a diferencia del general, el trato frío que Dione le estaba dando comenzaba a separarlos más y más sin que él pudiera evitarlo. Ya ni siquiera podían conversar con naturalidad. Se sentía forzado de alguna manera.

Con una ojeada que intentó no hacer demasiado obvia, miró a la chica entre sus brazos y la notó juguetear con las sombras que escapaban de su espalda, envolviéndolas entre los dedos como plumas que se deslizaron suavemente con cada roce que ella les daba.

Como si supieran que Dione escuchaba, comenzaron a susurrar palabras de cariño y mimo.

"La compositora de reyes", la llamaron.
"Hermosa, hermosa"
"La queremos mucho, la queremos ver sonreír"

Aduladoras, pensó Azriel.

No obstante, en lugar de agradarle, poco hicieron dichas palabras más allá que arrancarle una mueca de hastío cuando ella las desenredó de sus manos.

Azriel las escuchó llorarle al oído.

"Enfadadaenfadadaenfadada", le sisearon. Y él sintió que se lo echaban en cara.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora