xxxiv. treinta y cuatro

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CÁNTICO AL HADO

⸻ capítulo treinta y cuatro: peligro al acecho ⸻

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capítulo treinta y cuatro: peligro al acecho

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HABÍAN PASADO CINCO días completos desde que la primera batalla había terminado. Mientras el ejército había sanado y los soldados se habían recompuesto después del ataque, las órdenes de Cassian habían llevado a varios grupos de machos a excavar una zanja en torno al campamento desde ayer. Dione los observó trabajar con diligencia; habían hecho un trabajo magnífico para haber contado con tan poco tiempo, habiendo resultado en que ya habían terminado más de la mitad.

Con un parpadeo que la hizo volver a la tierra que pisaba, se tuvo que recordar que la fuerza de esos hombres era diferente a lo que estaba acostumbrada a ver. En comparación a ellos los humanos palidecían. Incluso ella, en ese cuerpo feérico, era una debilucha a su lado.

Estaba en la carpa de guerra junto a Morrigan cuando el aleteo familiar de alguien conocido se manifestó en el aire. Pisadas rápidas se dirigieron a la entrada. Azriel abrió con el rostro sudado y la respiración acelerada, los miró a todos y, con voz ronca, dijo:

-Están a un día de vuelo. Nos han rodeado.

El caos se desató. De alguna manera, Hybern los había bordeado completamente y había enviado una fuerza que marchaba por la grieta entre las Cortes de Otoño y Verano. Dirigiéndose hacia la frontera de la Corte de Invierno.

Rhysand, Tarquin, y los otros debatieron durante horas sopesando las posibilidades. Abandonar aquel lugar por la frontera fue una proposición, era una buena idea, una que Hybern no vendría venir y arruinaría sus planes. No obstante, dejar que se acercasen hacia el norte no era una buena salida.

Discutieron hasta que Varian, un noble de la Corte Verano, apareció con una sugerencia más.

-Marchamos al norte... y nos quedamos -dijo.

Rhysand alzó una ceja. Cassian frunció el ceño. Pero Varian colocó un dedo en el mapa expandido en la mesa en la que se habían reunido. Dione estudió el mapa con curiosidad desde su posición junto a su hermana Feyre. Sus ojos se perdieron momentáneamente en la tierra de nadie que era El Medio.

-Coloca un glamour, uno bueno. Así si cualquiera entra aquí, verán, escucharán y olerán un ejército. Pon cualquier hechizo para que los repele de venir aquí. Pero deja que los ojos de Hybern reporten que todavía estamos aquí. Que decidimos quedarnos aquí.

-Mientras marchamos al norte bajo un escudo que impida vernos -murmuró Cassian, frotando su mentón-. Podría funcionar. -Agregó con una sonrisa hacia Varian-: Si alguna vez te cansas de toda esa luz del sol, puedes venir a jugar con nosotros en Velaris.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora