l. cincuenta

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INOCENCIA SANGRANTE

⸻ capítulo cincuenta: la llave del corazón ⸻

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⸻ capítulo cincuenta: la llave del corazón ⸻

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SI HUBIESE TENIDO que decir una cifra exacta Dione habría dicho cuatro.

Tenía dificultad para recordar qué día de la semana era (y a veces hasta la hora) pero recordaba perfectamente las cinco ocasiones en las que había salido de casa.

La primera había sido breve, lo justo para sentarse en los escalones de la entrada, contemplar su vida y proceder a entrar otra vez. La otra durante una noche de aquellos últimos seis días, cuando se había sofocado tanto con Azriel toqueteándole las alas que había terminado por aventarle una patada y salido a trompicones hacia la cocina. La tercera había sido en brazos del ilyrio, nada menos, que la había llevado al prado justo enfrente donde se habían sentado a hablar por horas hasta que se había puesto el sol. Y la cuarta era ahora, en la cascada. Donde había cometido el estúpido error de meterse sola sin contar con las sombras que la observaban allá donde iba.

—Me sé lavar sola —vociferó agarrando la pastilla de jabón que había traído. Una sombra se la arrebató—. ¡Eh!

Respiró profundamente antes de dirigirse hacia el hilo sombrío y extender la mano.

—Sé que queréis ayudar —dijo— pero puedo lavarme yo sola. No pasa nada, ¿veis? Hago pie, no me voy a ahogar.

La sombra se apretó en torno a la pastilla de jabón y procedió a acercarse, pero no para devolvérsela, sino para frotarla sobre su cabeza mientras otras hacían de cuenco (todavía no sabía cómo era posible) y se llenaban de agua.

Ignorando sus quejas se pusieron de acuerdo para enjabonarle el pelo. Mientras una frotaba la pastilla, las otras le masajeaban los mechones. La situación era tan sumamente ridícula que ni siquiera se dio cuenta de la llegada del cantor de sombras hasta que unos pies enfundados en botas de cuero se pararon justo detrás de su espalda desnuda, cerca del borde al enorme estanque, donde ella estaba sentada en un pequeño escaloncito.

Alzó la mirada chorreando burbujas y agua por igual. Azriel apretó los labios, absteniéndose de soltar un comentario.

—Si hubieses decidido ducharte dentro esto no estaría pasando ¿sabes? —le dijo casualmente.

—¿Y cuándo sino ahora voy a tener oportunidad de bañarme en una cascada mágica? —le espetó ella antes de cerrar los ojos fuertemente. El cuenco se volvió a vaciar sobre su cabeza—. Además, esto es culpa tuya.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora