Siglos han pasado tras el último contacto entre humanos y fae después de la gran guerra y el mundo se divide en tres partes.
El sur pertenece a los humanos, con sus castillos y sus frágiles poblados. Al oeste dormita Hybern, un sitio de leyendas qu...
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⸻ capítulo treinta y cinco: los hilos de ella ⸻
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UNA FUERZA ANTINATURAL corría a través del bosque maldito.
Las aves famélicas que la notaron echaron el vuelo antes de verse azotadas. Aquella presencia de bestia dormida portaba venas de plata y estaba hecha de cosas salvajes y peligrosas.
Era un huracán, una fuerza de la naturaleza. En ese lugar, nadie quiso interrumpir su camino.
Con un crujido de sus troncos, los árboles despertaron vagamente de su sueño indefinido. En su putrefacto estado, encontraron una chispa de familiaridad en la mujer que sorteaba sus raíces y pisaba sus hojas caídas. La recordaban, los círculos de sus troncos avejentados lo hacían. Su memoria podría haber estado diluida, pero nada en Prythian era capaz de olvidar del todo, especialmente no la vitalidad de aquel ser que había hecho crecer los primeros árboles que habían poblado el mundo.
Dione Archeron no perdió el rumbo. Sabía hacia donde dirigirse desde que el viento le había traído la urgente noticia.
Aún en la funda, la espada que había usado para transportarse todavía se regocijaba contra su pantalón por el mero hecho de haber sido usada.
"Dónde estás"
La pregunta del alto señor apenas se registró en sus pensamientos. Tenía que seguir, tenía que encontrarla. Esa vieja leyenda, esa pesadilla que la había estado observando todos esos días.
"Ya lo sabes"
Siguió corriendo.
"Búscame"
Al otro lado del bosque, una sacerdotisa de cabellos rubios se reía de Feyre Archeron.
La perseguía por el bosque con otros soldados más, disparando flechas a la debilitada muchacha que jadeaba por su vida. Feyre corrió por los charcos, evitó las raíces y saltó las rocas. El aire silbó por detrás de su hombro, una flecha casi la había rozado. Siguió corriendo entre la maleza, saltó cuanto pudo y corrió hasta que sus pies no dieron a basto. Hasta que la familiar vista de un claro se materializó ante sus ojos azules.
Los recuerdos la invadieron en una milésima de segundo. Allí había estado con Rhys... allí, había coqueteado con él. Allí, él había descansado en lo alto de una rama mientras esperaba.
