⧼ INOCENCIA SANGRANTE ⧽⸻ capítulo cuarenta y ocho: frutas del bosque ⸻
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LA REUNIÓN HABÍA sido necesariamente larga e innecesariamente llena de discusiones.
Uno esperaría que después de una guerra los ánimos se hubiesen suavizado, y que más que negociar todos quisieran volver a sus respectivos hogares, cortes y ciudades y descansar de una vez por todas. Pero Dione se llevó una tremenda decepción.
Después de exponer su punto de vista y decir un par de palabras más, se había tomado la libertad de atribuirse el logro de ser la primera en abandonar la sala. Había subido al segundo piso, arrastrando las piernas y con la falda en las manos dos o tres veces más por encima de la rodilla, y solo cuando se había acostado sobre la cama (después de airear la colcha varias veces por la ventana) y se había dormido, los sonidos de abajo comenzaron a silenciarse cada vez más y más.
Para su fortuna, no soñó con nada en particular. Prefería eso a revivir la memoria de su encuentro con el dios de la muerte, lo inminente de sus palabras. Pensar en ello le causaba ansiedad, la hacía sentir inútil cuando debería haber estado buscando alguna solución a su problema. Sentía que se enmarañaban más que deshacerse, pero siempre que lo intentaba llegaba a la misma conclusión: no podía hacerlo sola. Y solo saberlo era terrible.
La sombra de su muñeca la devolvió al mundo de los vivos. Fría y cosquilleante se agitó contra su nariz. Cuando abrió los ojos todavía era de noche.
Despertó sintiéndose descansada, había dormido, no sabía cuanto, pero agradecía haberlo hecho. El vestido de Elain había resultado ser comodísimo a la hora de hacerlo y no había necesitado cubrirse con nada, pues la misma tela la había envuelto como los pétalos de una flor. Se sentó con las piernas en forma de mariposa y se quedó mirando su puerta cerrada. Por la ventana entraba una luz de luna llena que aportaba cierta luz a la habitación.
Tres golpecitos.
—Voy a pasar.
Apenas murmuró una afirmación y se frotó los ojos bostezando cuando la puerta se abrió.
—Claro, pasa, como si estuvieras en tu casa —dijo, sardónica, viendo a Nesta entrar con un candelabro encendido en la mano. Lo dejó sobre su escritorio con un golpe antes de acostarse sobre la cama que se movió arriba y abajo—¿Ya nos vamos? ¿Qué hora es?
—No falta mucho. Eran las ocho la última vez que miré.
—Gracias.
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Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫
FanfictionSiglos han pasado tras el último contacto entre humanos y fae después de la gran guerra y el mundo se divide en tres partes. El sur pertenece a los humanos, con sus castillos y sus frágiles poblados. Al oeste dormita Hybern, un sitio de leyendas qu...