xxxii. treinta y dos

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CÁNTICO AL HADO

⸻ capítulo treinta y dos: lo que quedó por decir ⸻

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capítulo treinta y dos: lo que quedó por decir

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AUNQUE HABÍAN REGRESADO una hora atrás, Dione no había encontrado en sí misma las ganas de entrar a la tienda principal y unirse al resto del grupo.

Se había sentado fuera, en un banco de madera que le había congelado el trasero nada más tomar asiento. Era de esperar, a fin de cuentas habían situado el campamento en la frontera norte de la Corte Invierno, donde el frío no solo mordía como un perro rabioso, sino que además dolía. Con cierta aprensión, la mente de Dione voló del invierno en el que se encontraba a lo que estaba por ocurrir en cuestión de unas horas no mucho más allá del lugar donde estaba sentada, si es que las palabras de Jurian resultaban ser ciertas.

Dione nunca había visto la guerra. No se había retorcido de dolor como los soldados ilyrios que se paseaban por el campamento, algunos observándola de reojo. No conocía la peste de la carroña y la descomposición. No sabía nada del campo de batalla como Cassian, o conocía ruidos comparables con respecto a lo que sería el crescendo de la masacre. Era nueva en todo aquello y... era inútil. ¿Qué era ella, llevaba preguntándose, entre un mar de inmortales con años de experiencia? ¿Quién era ella en contra de un Dios de la Muerte?

Helion rozó el vínculo de manera suave, como una caricia. La distrajo de sus pensamientos abatidos. Tranquila, creyó oírle decir.

Poniéndose en pie, la joven decidió en ese momento despejar sus pensamientos con un paseo. El campamento no le aportaría ningún consuelo en las próximas horas, sus hermanas menos aún. Feyre era una Alta Dama, estaba ocupada y no era intención de la mayor molestarla. En cuanto a Elain y Nesta, no obstante... los lloros de su hermana no habían cesado. No se veía capaz de lidiar con eso, no ahora mismo.

Adentrándose en el bosque de árboles de nieve prístina, se dirigió hacia un lugar que todavía no tenía del todo claro. Decidió distraerse en el proceso, encontrando interesante la visión del paisaje; las ramas desnudas, los troncos oscurecidos, la sensación del aire congelado. El viento allí era receloso, se fijó, no de ella sino de los demás. La guardaba en su camino, y aunque fingió no darse cuenta, Dione sintió la pared puesta a su alrededor, el escudo de viento de alguna manera sólido.

Bajo sus botas gruesas, la nieve crujió de una manera que, a medida que se adentraba en el bosque, le acabó resultando agradable. Más allá del campamento, justo donde había ido a parar, el invierno era una cosa hermosa y amable. No como en las Tierras Mortales, donde las nevadas se la habían devorado en más de una ocasión, dejándola en cama durante días cuando su cuerpo mortal no había soportado el cansancio.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora