xxviii. veintiocho

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CÁNTICO AL HADO

⸻ capítulo veintiocho: bruja encantadora ⸻

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capítulo veintiocho: bruja encantadora

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LA LUZ APENAS TOCABA la tierra cuando los párpados del hombre dormido comenzaron a estremecerse en un sutil despertar.

Poco a poco, Azriel se sacudió de su sopor con el fantasma de un bostezo amenazando sus labios y la ligera sensación de que estaba en un colchón hecho de nubes. Nada más lejos de la realidad, el lugar donde se hallaba no era precisamente eso, pero la vista de las mismas a través de las cortinas balanceantes de un balcón que no era el suyo le hicieron pensar durante una fracción que realmente había dormido en los cielos.

El peso ajeno soportado a su lado le hizo quebrar los ojos abiertos de una buena vez.

A su lado, la mujer de cabellos castaños oscuros respiraba tranquilamente envuelta entre sábanas del blanco mas prístino en contraste con el ala oscura de pura membrana que pasaba sobre sus hombros. La ola de recuerdos de la noche anterior le azotó como una marea.

Azriel sintió que todo el sueño se esfumaba muy rápidamente, sustituido enseguida por el breve aleteo en su pecho junto a una sonrisa que le tiraba de las comisuras.

Acercó su mano a ella. Admirando su rostro.

Con la boca medio abierta producto del cansancio, Dione Archeron estaba apoyada sobre la almohada del espía, arrebujada contra su pecho, perfectamente en calma. Notó su aliento contra su piel.

Azriel apretó más el ala, acercándola, tomándola de la cintura sobre las sábanas.

Sin importarle lo más mínimo el tiempo perdido en la cama, el cantante de sombras permaneció en completo silencio memorizando el aroma de su compañera mientras ella era perfectamente inconsciente. Satisfecho, apoyó su barbilla sobre la coronilla de ella y la dejó dormir enfrentando la luz matinal del balcón.

Azriel recordó con un picor en los labios el sabor de sus besos, la sensación de sus dedos en su piel. Rememoró la tela de su túnica contra sus apéndices, deslizantes sobre esa piel que él luego había reclamado. Y recordó el caos. El dulce caos que los había llevado a la sesión de lujuria desmedida por la que habían resultado unidos, incluso si solo había sido eso. Lujuria.

Dentro de él, quería pensar que con eso bastaría. Que sería suficiente. Pero Azriel era tan amigo de las mentiras como fanático de la verdad. Después de lo de anoche ya nada sería suficiente.

No bastarían las ninfas hermosas con aroma a campo, las náyades de cabellos como metal fundido; de nada servirían sus visitas a los burdeles de Velaris, en busca de alguien donde su frustración recaería, inmortales que batirían sus abundantes pestañas nada más verle pasar, dispuestas a someterse a sus deseos con tan solo un movimiento de sus dedos cicatrizados.

Crescendo Inmortal║ 𝐚𝐜𝐨𝐭𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora