Porque Eres Mi Juguete Y A Mi Me Gusta Jugar.

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Salí del cuarto de Sam, consciente de que había dejado un torbellino de problemas. Arañe la madera y clavé mis garras en mis palmas para controlar mi temperamento. 

La mirada de Kara se clavó en la mía, bufé enojada y decidí ignorarla. Seguí mi camino hasta salir de la casa y mi rugido retumbó en cada rincón del bosque. Mi cuerpo era más lobo que humano y mi complexión se veía grotesca en el reflejo de aquellos cristales altos y amplios. 

Mis huesos dolían al reprimir a mi lobo, me torturaba y castigaba a mi misma. Maldecía en mi fuero interno y no podía contener los gruñidos bestiales, los lobos que estaban de guardia se alejaban de mi vista y caminaban con la cabeza gacha evitando mi mirada. 

La madrugada era tranquila, la luna estaba decreciendo y algunas estrellas podían divisarse en aquel vasto cielo.

Era una noche hermosa como las pocas que se pueden apreciar en el crudo invierno. Una bella noche llena de problemas,  sangre, muerte y  lágrimas. 

Las palabras de Sam retumban en los rincones de mi cabeza, como un eco de penitencia. Yo mejor que nadie conocía esas reglas y mi sangre hervía como el fondo de un volcán. 

Había sido un largo día, pero era lo mejor para todos. Y por muy cruel que parezca, eliminar a cada uno de esos engendros es lo correcto.

La rabia y furia no cesaba, corría por mis venas como fuego líquido destruyendo todo a su paso, nublando mi vista y creando escenarios de muerte, tortura y sangre. 

La voz de Kara es calmada y su mirada es comprensiva, hay cierta preocupación en sus rasgos y una ligera mueca de disgusto. Está manchada de barro y sus ojos están rojos por el llanto. 

También ha sido un día difícil para ella, la muerte de esa loba la dejó triste. 

-Lena. 

-Qué quieres? 

-No debes de gritarle a tu hermana. 

-Ella no es mi hermana. 

Acaricia mi rostro y recarga su frente con la mía. 

-Sam, es tu hermana. Decir lo contrario es solo querer protegerte del dolor. 

-Yo no siento dolor. 

-No seas obstinada, ni te engañes a ti misma. Todos sentimos dolor. 

-Qué es lo que no ves, Kara? 

Soy una bestia, insensible y sin remordimiento. 

-No, no lo eres. 

-Soy una bestia y no soy muy diferente a ellos. 

-Eso no es cierto.

Somos sensibles, tenemos miedo por los nuestros y decimos las cosas que nos asustan de una manera que se puede mal interpretar.   

-Tengo que irme. 

Me di la vuelta intentando ignorar sus palabras, mi corazón palpitaba con miedo y mi garganta se cerraba con angustia. 

-Lena. 

-Qué? 

-Mírame 

Regresé la mirada hacia ella y me abrazó por el cuello transmitiendome estabilidad y tranquilidad.  Murmuró sobre mi oído y besó mi mejilla. 

-Tu no eres una mala persona. 

-Alguien bueno disfruta con la tortura y el martirio? 

-Alguien malo haría justicia por el que es débil y está desprotegido?

Alfas y Omegas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora