Cabaña

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Haber leído sobre la etapa de celo no servía de nada. 

Los testimonios y registros eran puramente teóricos. Sentirlos y vivirlos en carne propia era otra cosa.

Mientras la luna se alza en lo alto del cielo, la lujuria y excitación también lo hacen. La presión que se aloja en mi sexo es insoportable, la sangre se convierte en fuego puro. Quemando y sencibilizando cada fibra de mi piel. 

El más ligero toque resulta doloroso, exigiendo más, es como si mi cuerpo se convirtiera en una zona erógena. 

El sudor se adhiere a mi piel de forma sumamente bochornosa. 

Desearía estar desnuda, sin embargo me conformo con el vestido liviano que estoy usando. Por su parte Lena usa unos pantalones deportivos que caen de sus caderas con sensualidad, mostrando los finos huecos de su cadera. Una playera blanca que se adhiere a su cuerpo con sutileza sensual. 

Respiro como si me faltara aire y al mismo tiempo preferiría no hacerlo. Su aroma está por toda la casa, el simple olfato me sobreestimula, apenas puedo retener mis gemidos. 

Cada paso que doy se convierte en una agónica y placentera tortura. Es como si la luna sobrecargara mis sentidos. Y no se si esto es una maldición o una bendición. 

Mi mente, mi alma y todo mi cuerpo grita, exige, súplica e implora su atención. 

Me aferro a su brazo como único consuelo. 

Mis senos pesan como el plomo y mis pezones  arden, están totalmente estirados, como dos duros picos. 

Su mirada me transmite consuelo, la impaciencia la ronda, sus rasgos poco a poco se van endureciendo. 

Haber venido a la mansión no fue la mejor opción. 

Cómo alfa está llena de responsabilidades y antes de poder desaparecer por quien sabe cuantos días, se encarga de dejar todo en orden. 

Me lleva consigo por todas partes. 

Ladrando y gruñendo órdenes, su voz está causando estragos en mi entrepierna. 

El ruido se ensordece por mis pensamientos lasivos. 

Me ha dejado sentada en la enorme silla de su despacho, mientras atiende a 5 lobos, que parecen darle informes y seguimientos. 

Mis gemidos se escapan  a voluntad  y me remuevo con descaro en su asiento. 

Ya ni siquiera me importan sus miradas desconcertadas y curiosas. Mi estado actual no está dispuesto a sentir vergüenza en estos momentos. 

Los verdes ojos de Lena me observan y devoran con la mirada, gimo más alto mientras acaricio mi nuca y enredo mi cabello en la mano. 

Uno de los 5 lobos  me sonríe divertido y seductor, mostrando una dentadura perfecta, mientras lame sus labios en un gesto morboso que resulta incómodo, haciéndome sentir cohibida de manera repentina. 

No tengo tiempo de protestar o removerme en incomodidad. 

Es una milésima de segundo para que se encuentre contra una de las columnas retenido y siendo ahorcado por Lena. El lobo se aferra a su agarre en un intento de lucha que resulta inútil. 

Los lobos restantes  no hacen nada,  bajan la cabeza a la espera de la sentencia, por cada fibra del cuerpo puedes sentir ese tirón que su estado de alfa genera en el cuerpo. 

No hay expresión en sus rostros, todos mantienen los rasgos endurecidos.

Incluso las hembras mantienen sus rasgos duros y feroces. Sabiendo cuál será su destino. 

Alfas y Omegas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora