Comida (Alex)

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Sentía náuseas y estaba agotada, no había dormido en tres días, primero por la responsabilidad de vigilar a esos bastardos y cuidar del clan. Y después por estar pensando en Sam y Ruby. 

Decir que me sentía como una rata pisada era poco a como en realidad me sentía, el ruido de la casa me resulta abrumador y siento que los oídos  me sangraran de lo sensibles que los tengo. Hay demasiado ruido. 

Mi corazón late de tal manera que siento que mi caja torácica hierve en fuego líquido, me remuevo en mi cama e intentó buscar el acomodo que sé que nunca tendré. Maldigo internamente y terminó haciendo bola la ropa de la cama, para después aventarla al otro lado de la habitación. 

Suspiró y me arrastró fuera de la habitación. Bajo las escaleras y veo a mi madre escribiendo una nota, sentada en la barra que nadie usa, pero que siempre tiene comida. 

-Piensas quedarte ahí, viéndome como una estatua en depresión?

-No estoy en depresión. 

-Y yo soy un alfa. 

Le bufo y suspiró exasperada. 

-Alexandra Danvers, no me bufes. 

-No lo hago. 

-Lo estás haciendo. 

Me quedé indecisa y dudosa de que hacer, ella continúa escribiendo sin prestar atención o por lo menos eso aparenta. Ella espera, sabiendo que si me pregunta algo, seguro, no le contestaré. Aveces pienso que solo mi madre puede entenderme. 

Si Kara estuviera aquí ella me entendería y podría hablar con ella. Siendo honesta tengo ganas de llorar y destruir todo, ¿por qué es tan complicado?

-Lexi, hija. 

Levantó la vista y la encuentro observándome con una mano en la mejilla y una sonrisa amable. 

-Mande. 

Estoy segura que me preguntará algo, inmediatamente me resguardo y cierro mis emociones. En su lugar dice algo inesperado y bastante inusual 

-Necesito que me ayudes con algo. 

-Con que? 

-Con la leña, hoy necesitaremos bastante más de lo usual y necesito que muevas algunos troncos y limpies el claro. 

-Por qué? 

-Haremos nuestra reunión mensual. 

-Habrá cosillas? 

-Por supuesto. 

-Ahora no cocinarás tantas.

-Haremos el doble y tu me vas ayudar. 

-Porque haríamos tantas, Kara ya no vive con nosotros. 

-Ella vendrá. 

Mi rostro se iluminó y sonreí con nostalgia, una punzada aguda se instaló en mi corazón. Sigo teniendo ganas de llorar. 

Me acercó a la barra y me siento de frente a mi madre, pico la comida y muerdo mis labios. No se por donde empezar o siquiera si debería contarle. 

Ella acaricia mi cabeza y repentinamente siento que el ruido ha terminado. Siento un silencio sanador y las lágrimas que pican en mis ojos se derraman como agua caliente por mis mejillas.

-Come. 

Besa mi cabeza y no dice nada de mis lágrimas, se voltea para poder tomar la cafetera y servir dos tazas de café. 

Es demasiado temprano, el sol aún no ha salido y la neblina se arremolina en las ventanas. Fue una noche sin nieve, ni tormenta. 

-¿A quién le escribías? 

Alfas y Omegas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora