CAPÍTULO 26

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p.o.v.JaeMin

Bajé de la moto y miré a mis pies la residencia de gente de la tercera edad delante de mí. No es que fuera la mejor de Busan, es más parecía la peor, situada en uno de los barrios más pobres de la ciudad costera.

Sus paredes de hormigón gris le daban un aspecto triste a todo el edificio, como si en el interior todo estuviera al filo de la demacración, daba la sensación de que contuviera solo polvo y sombras en el olvido. El sentimiento me retumbo en el pecho en forma de tristeza y vació. Porque la madre de ChungHa siempre había sido una mujer demasiado alegre y carismática para estar en un sitio así.

Me colgué el casco negro mate de la moto en el brazo y me ajusté bien el abrigo. Se notaba que ya cada vez estábamos más cerca de la Navidad. Entre por las grandes puertas de hierro algo oxidadas y fui directo a la pequeña recepción.

-Buenos días – dije apoyando mis manos en el mostrador de cristal y mirando al hombre sentado en una silla tras el ordenador y con sus gafas de botella cayéndose por el puente de la nariz puntiaguda – venia a ver a la señora Ha, tengo entendido que reside aquí.

-Ha SeJeong – dijo y yo asentí – acompáñeme a la salita de espera, yo la traeré. Tiene que decirme el nombre para presentarlo a la señora Ha, de allí ella aceptara la visita o no.

-Na JaeMin – él hombre asintió conforme.

Me llevó por unos pasillos pintado de un azul pálido hasta una sala grande donde había butacas. Muchos familiares estaban sentados en ellas, visitando a sus mayores mientras hablaban animadamente. Yo me senté en uno de ellos, el cuerpo se me hundió en la butaca marrón, y yo me toqué los dedos con nerviosismo.

No sabía si iba aceptar verme, pero ojalá sí.

A los pocos minutos el mismo hombre apareció con la mujer. Su pelo estaba más corto de lo que recordaba, caracoles blancos bien peinados, vestía una falda larga purpura que le llegaba hasta los tobillos y un suéter de algodón blanco. Y para mi sorpresa su sonrisa fue enorme cuando me vio.

-JaeMin – dijo cantarina y cogiéndome de los hombros para que me agachara y le diera un beso en las mejillas.

-¿Cómo esta señora Ha? – dije cuando ella se sentó frente a mi en uno de los sillones marrones.

-Bien, bien – dijo sonriendo y cruzando sus arrugadas manos encima de su falda - ¿y tú, niño? ¿Como te va todo?

-Me sorprende que me pregunte, señora Ha, después de lo que le hice a su hija – callarme las cosas nunca fue mi punto fuerte. Si se me pasaba alguna cosa por la cabeza la tenía que soltar. Aparté era bastante expresivo y mi cara de sorpresa cuando se rió echando la cabeza hacia atrás fue notoria - ¿He dicho algo gracioso, señora Ha?

-No, niño, no – dijo llamándome como siempre me había llamado – solo que tu cara de miedo cuando he entrado ha sido graciosa y llevaba conteniéndome desde entonces.

-Supongo que no me esperaba que quisiera verme – le dije.

-Y no debería, pero ya estoy muy mayor, y si me apetece hacer una cosa por muy mal que este, la hare – yo sonreí, estaba seguro de que sería así yo también de mayor, aunque ya lo hiciera – Volvamos a empezar, ¿cómo estás?

-Bien – le dije – me va muy bien – asentí, siempre había tenido mucha confianza con aquella mujer, más que con ChungHa – estoy en una relación, ¿sabe?

-Me alegro – me sonrió – yo voy tirando, como se puede.

-Yo la veo estupenda – le dije y ella me sonrió más amplio.

UTOPIA; 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora