CAPÍTULO 30

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p.o.v.MinGi

Noté bajo mis dedos las sabanas frías de aquella cama que estaba seguro de que no era la mía. Tal vez fuera la forma en la que el colchón me recogía el cuerpo o aquel olor a desinfectante que se me estaba metiendo por la nariz y estrujando para parte de mi cabeza. Era desagradable y no me gustaba.

No es que me costara mucho abrir los ojos, sentía que había estado mucho tiempo durmiendo, como si un sueño largo y profundo me hubiera atrapado con sus manos y me hubieran inutilizado por días. Cuando los tuve totalmente abiertos contemplé la habitación color azul de mi alrededor.

Las sabanas blancas y bien limpias sobre mi cuerpo, la bata fina que me cubría el pecho y me tapaba del frío de Seúl. Había una mesita a mi lado, un par de informes y un vaso de agua que parecía haber sido utilizado hacia relativamente poco. La ventana a mi lado derecho, las vistas las reconocí al segundo.

Eche la cabeza hacia atrás, estaba en la misma habitación de siempre, las mismas sabanas y el mismo televisor en frente. Era la habitación que SeongHwa había comprado en un hospital privado para que me dieran el tratamiento que necesitara cuando me hacía daño físico en uno de mis brotes psicóticos.

Y ahí estaba él, con su pelo negro cayendo encima de su frente, sus ojos cerrados y Jun, su hijo, encima de sus brazos también durmiendo. Parecía que habían pasado toda la noche allí.

-SeongHwa – lo llamé bajito para no despertar al crio, después miré el reloj en la pared. Iba a llegar tarde para llevar a Jun al centro – SeongHwa despierta – volví a decir.

Él al final se despertó, abrió sus ojos lentamente y me miró aun un poco dormido.

-¿Ya te has despertado, cabrón? – dijo él suspirando y pasándose los nudillos por los ojos.

-Ya estoy aquí otra vez para tocarte los cojones – dije sonriendo, mirando como se levantaba con el niño en brazos y lo dejaba durmiendo en el sofá de al lado - ¿la he liado mucho?

-Solo un poco – suspiro metiéndose las manos en los bolsillos y dándole al botón para llamar a mi enfermero.

-No recuerdo mucho – nunca recordaba mucho, solo la opresión en el pecho que sentí mientras daba golpes a la puerta del baño de la habitación que compartía con Sana.

-Te tiraste por el balcón, el golpe fue muy feo y casi mueres.

-Que guay, eso si que lo recuerdo, casi veo a mis padres chutándose cosas al final de una luz blanca – dije y él no se río ni un poquito – lo siento.

-No pasa nada, MinGi, solo que aun tengo el susto en el cuerpo, ¿sabes? – su voz sonó triste cuando habló.

-Lo entiendo, ¿los demás están aquí?

-Algunos si, otros están empezando a coger torticolis de esas sillas de plástico horribles de la sala de espera – me dijo y yo le asentí – creo que deberías hablar con Sana, se siente culpable por lo que pasó, tienes que hacerle entender que no es ella, que es tu trastorno.

-¿Esta aquí? – pregunté y el me asintió – hazla pasar. Y lleva a Jun, que se te hace tarde.

-Me han dejado quedarme todo el fin de semana con él – me informó. Todo el fin de semana, cuando ocurrió aquello era miércoles, llevaba dormido tres días como mínimo – sí, tres días – me dijo SeongHwa sabiendo que era lo que había pensado.

-Lo siento – él volvió a negar con la cabeza.

-Llamo a Sana – me dijo y antes de volverse para coger a su hijo se agachó y dejo un beso en mi frente. Yo sonreí por ese acto tan tierno, porque había sentido el miedo y como su corazón se rompía cundo lo hizo.

UTOPIA; 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora