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Nunca había estado tan atareado como en esa semana. Ejercitarse, los turnos y los preparativos, porque a pesar de que había dicho que no pensaba involucrarse terminó haciéndose responsable de muchas cosas, como por ejemplo de pegar los globos naranjas y negros en el techo, solo porque era el más alto de la casa. En otras instancias se hubiera puesto a la defensiva si le hubieran solicitado cooperar, pero llevaba tanto de buen humor que se dejó llevar por todas las cosas que le ordenaban que hiciera.

A diferencia de otros días no estaba cansado, sino emocionado por lo que se venía, tenía grandes expectativas para esa fiesta y sabía que no era el único, puesto que apenas eran las ocho de la noche y el parlante que se habían conseguido ya estaba a todo volumen retumbando las paredes con una canción de Daddy Yankee, incluyendo también que más de alguno ya había empezado a beber.

—Hoy salgo pa' la calle, ma' fino y elegante ¿Qué? Fino y elegante— Connie hizo su entrada al living cantando mientras arrastraba una caja de cartón bastante grande. —¡Jean, mira lo que nos regalaron!—

Pegó el último globo en el techo antes de girarse sobre su propio eje para dirigirse hasta el recién llegado alzando una de sus cejas al notar que traía puesto un sombrero que parecía un pollo frito. Inclinó su cabeza para poder ver el interior de la caja y al notar su contenido frunció la nariz disgustado.

—Ni te pienses que me pondré una de esas cosas.— Estiró su mano para sacar unas orejitas de conejo rosas, no era lo único que había, más bien estaba lleno de accesorios, tanto para la cabeza como para cualquier parte del cuerpo.

—¿Cómo que no?— La desilusión se apoderó de la voz del contrario. —Es Halloween, por ley hay que disfrazarse.—

Disfrazarse era sinónimo de hacer el ridículo, y aunque su serotonina estuviera en niveles bastante elevados no era suficiente como para adornarse a si mismo y humillarse. Ni siquiera cuando era un niño le gustaban esas cosas.

—Pero si ya estoy disfrazado, me disfracé del chico más guapo de todo el mundo, o sea yo.— Le guiñó un ojo soltando el cintillo para dejarlo caer nuevamente en la caja.

Antes de que Connie tuviera la oportunidad de quejarse, o de lanzarle todos los accesorios por aguafiestas, los demás entraron al lugar. Armin junto a otros de sus compañeros traían los packs de cervezas y algunos licores, dejaron todo en la mesa de centro antes de dispersarse por living comenzando a cantar la canción que seguía reproduciéndose en los altavoces. La mayoría ya tenía sombreros, collares, e incluso lentes coloridos.

—¡Connie, aquí estabas! ¿Quedan cosas todavía?— Historia se acercó hasta los chicos, llevaba de la mano a otra chica rubia que tenía cara de no querer estar ahí. —Venga, Annie, elige algo, no seas aburrida.—

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora