『 Treinta. 』

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Se sentó a su lado colocando uno de los paños húmedos sobre su frente, la cual no estaba caliente, pero ella le aseguró que con eso se sentiría mejor. Limpió sus manos en la polera antes de retroceder unos pasos.

—¿No necesitas nada más? ¿Estás segura? ¿No quieres ir al medico?—

—¡Sabía que te pondrías así! Por eso mismo no quería contarte.—

Cerró sus ojos con fuerzas y apretó los dientes para evitar enojarse, a fin de cuentas estaba enferma, quería creer que era eso lo que la tenía tan irritable.

—Nadie te obligó a contarme, fuiste tú la que me obligo a venir aquí.—

Sasha se reincorporó en la cama, como si sus palabras hubieran sido mágicas y de la nada la estaba haciendo sonreír y balbucear cosas inentendibles.

—Es porque soy una mujer de palabra, y debes estar aquí, además deberías arreglarte un poco más, estás muy despeinada, y esa chaqueta que traes ya está fea.—

Volteó su cuerpo para mirarse al espejo, ¿Qué había de mal con su aspecto? Si a fin de cuentas no estaba dentro de su itinerario el salir de la panadería ese día, pero Nicolo se esmeró en que él se quedaría trabajando ese día, y era por eso que, en ese momento, se encontraba en la casa del rubio recibiendo el extraño comportamiento de su amiga.

—¿Y qué? Solo vengo a cuidarte, no me voy a arreglar para ver como vomitas.— Aun así se quitó la chaqueta dejándola caer sobre la cama. —Ahora comete la sopa que te hice.—

—No quiero, no quiero, no quiero.—

—¿Y qué quieres? ¿Seguir enferma? Llevas todo el fin de semana así.—

—No, quiero que te pongas el abrigo negro que está colgando en el closet, es más bonito, de seguro me pondré bien cuando lo hagas.—

Bufó pasando ambas manos por sus ojos, un tanto irritada con su actitud, pero no iba a discutir.

—¿Por qué tu ropa está en la casa de Niccolo? ¿Tan en serio van en esto?—

—Luego te daré explicaciones, ahora abrígate.—

Obedeció, abrió el armario y del interior sacó un abrigo negro que llegaba hasta las rodillas, era un tanto grueso lo que significaba que la abrigaría, menos mal, porque el invierno ya había llegado y con ello el frío se apoderaba de cada rincón de Puebla de la Sierra.

—Mira, entiendo que estés enferma, pero si hay algo de lo que quieras conversar podrías decírmelo en lugar de actuar así.— Cuidadosamente se colocó la prenda con el espejo frente a ella. La polera blanca de cuello alto que traía y los jeans anchos eran algo básico, pero con el abrigo lucían mejor.

Prestó atención a su amiga una vez más, sus dedos se movían veloces contra la pantalla del teléfono mientras se mordía el labio inferior.

—¿Me escuchaste?— Insistió, intentando llamar su atención.

Sasha alzó el rostro en su dirección y sonrió victoriosa, pero antes de que pudiera emitir cualquier sonido, el golpeteo de la puerta resonó en la casa vacía.

—¿Esperas visitas?—

—Quizás sí, quizás no, no lo sabremos hasta ver quién llama a la puerta.—

Mantuvieron el contacto visual unos segundos hasta que con un movimiento de cabeza le indicó que fuera a abrir.

A pasos lentos se dirigió a la entrada, esperanzada en ver del otro lado al dueño de casa y poder volver a la panadería. Giró la manilla y la sorpresa no tardó en aparecer, haciéndola retroceder.

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora