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—Ojalá que en el próximo cambio de turnos nos pongan en la otra entrada, así estaríamos cerca de la cabaña.—

—Espero que sí. —

Ya llevaban varias horas de pie. La noche inundaba la provincia, aunque no se podía apreciar la luna, mucho menos las estrellas, puesto que estaba completamente nublado. Las farolas no terminaban de alumbrar, lo cual volvía más tedioso el turno al verse obligados a forzar la vista para tener mayor claridad del entorno. Definitivamente la otra entrada era mil veces mejor que esa.

—Además deberíamos comprarnos chaquetas más gruesas, el invierno llegará y nos moriremos de hipotermia.— Connie volvió a hablar, aunque más que una conversación fija era divagar entre distintos temas con la intención de mantenerse despiertos.

—Ajá.—

Los parpados comenzaban a pesarle, así que se esforzó en prestarle toda su atención. Desde que habían llegado su amigo estaba inquieto, hablaba más que de costumbre y cada ciertos minutos recorría el lugar con una expresión asustada la cual intentaba disimular, pero aún así Jean ya lo había notado, solo lo estaba pasando por alto, pero al verlo fijamente percibió una vez más el nerviosismo que emanaba, volteando la cabeza para todos lados como si estuviera perseguido.

—¿Qué pasa, hermano? ¿Te sientes bien?—

—¿Ah? Sí, solo me siento raro, incómodo, no sé cómo explicarlo.— Contestó encogiéndose de hombros.

—¿Estás seguro? — Inquirió con el ceño fruncido.

Connie abrió la boca, como si tuviera la intención de decir algo, pero al instante negó mostrando arrepentimiento, lo cual lo extrañó aún más.

—No es nada, solo estoy algo paranoico, debe ser por culpa del sueño, o quizás me siento así porque me estoy aguantando las ganas de cagar desde que salí de la cabaña.—

—Que idiota, comenzabas a asustarme.— Se acercó hasta él solo para darle un empujón, recibiendo como respuesta una carcajada. —Vete a hacer un hoyo en la tierra para que cagues como el animalito que eres.—

—Lo haré, luego la enterraré y de seguro saldrá una plantita, será mi legado al pueblo.— Estiró sus brazos bostezando, antes de comenzar a caminar.

—¡Cuidado con los fantasmas, que no te vayan a tirar las patas o morder el culo!—

Se quedó en su posición observando a su amigo hasta que perdió sus pasos y fue sumido por la oscuridad y los árboles. Esperaba que el olor a mierda no llegara hasta donde estaban haciendo guardia, sería realmente desagradable estar las horas que les faltaban rodeados de la pestilencia, aunque era poco probable, se había distanciado lo suficiente.

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora