『 Veintisiete. 』

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Acurrucarse en los brazos de la persona que más quieres es uno de los lenguajes de amor más bonitos que existen, compartir la misma cama, cuidarse los sueños, saber que al despertar estaría ahí, a su lado. Era una caricia al alma, otro nivel de confianza, otro paso más en la relación.

Sus brazos rodeaban a Jean, la cabeza del chico se escondía en su pecho, respirando contra su piel con suavidad. Las piernas de ambos estaban entrelazadas, en un intento de acercar más sus cuerpos, de no dejarse ir.

Después de tantas noches en vela, llorando y con temor, por fin se sentía descansada, por lo que al abrir los ojos por completo agradeció de tener un nuevo comienzo con él, olvidándose por un momento de lo mucho que pesaba el mundo fuera de esas cuatro paredes. Corría el riesgo de acostumbrarse a dormir con él, y le gustaba la idea, le gustaba la calidez que le estaba proporcionando.

Bostezó despacio intentando no despertarlo, pero con ello hizo que Jean se removiera llevando su cabeza hasta la almohada, aún dormido, pero ahora frente a frente.

Los primeros rayos de sol reflejados en la piel trigueña le daba un toque distinto, era una imagen que podría observar las veinticuatro horas del día y le seguiría pareciendo precioso. Todos los sueños que había tenido ahora se hacían realidad y estaban frente a ella convertidos en un chico de veintidós años con los ojos más lindos que había visto.

Tantas cosas le habían tocado vivir que lo hicieron meterse dentro de si mismo, escondiéndose en una coraza, y sorpresivamente ella había sido capaz de quitarle la máscara, le había dado el placer de ver su interior, y aún así, Jean seguía siendo el hombre más valiente que había conocido, y por ende, quería seguir potenciándolo, admirándolo. Sabía lo doloroso que era, por lo mismo el día anterior no quiso hacer mucho énfasis en la situación, solo dejó que él se desahogara, cuando en realidad sus pensamientos se colmaban de sentimientos encontrados.

Era difícil estar en el ejército, un infierno que hacía arder en llama a todos sus integrantes.

Subió sus dedos hasta el rostro del contrario, acariciando su mejilla suavemente con el pulgar. Era lindo verlo dormir, su rostro sereno, y como le emanaba de manera inconsciente seguridad. Se sentía a salvo.

Frunció los labios intentando reprimir la sonrisa que no tardó en formularse, una mueca que contenía sus ganas de soltar un chillido ante el escalofrío que le proporcionaba la situación, por muy jodido que estuviera todo, en esa milésima de segundos, quería volver a disfrutar lo que era estar enamorada. Ya casi pasarían cuatro meses y el revoloteó en el estómago no se le quitaba.

Al momento de detener las caricias los ojos de Jean se abrieron con lentitud, posándose en los contrarios, haciendo que las mejillas pálidas de la chica se sonrosaran.

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora