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La bañera estaba al borde de rebalsarse. No importaba.

Se dejó caer sobre el agua y el calor de esta se traspasó a su piel desnuda, haciéndola soltar un suspiro aliviado.
Lo necesitaba, realmente necesitaba un momento para desconectarse del mundo exterior, aunque el principal tormento habitaba dentro de ella.

Era medio día y los escasos rayos del sol se colaban por la ventanilla del pequeño cuarto de baño dando una iluminación natural al ambiente.

El cuerpo cansado y los ojos pesados por haberse quedado despierta hasta tarde, pensando y reflexionando acerca de lo ocurrido en la feria el día anterior se hacían predominantes.

Sí, había fingido como si fuera algo que a los minutos olvidaría, pero le había dolido demasiado, como si las palabras de Adrián hubieran sido navajas que se clavaron directamente en su pecho incrustándose justo en su corazón. Era una mierda, él y la situación eran una mierda, y lo peor es que no se equivocaba en lo que decía. Estaba soltera, sin padres, sin hermanos, sola. Completamente sola.
El día en que Sasha decidiera irse del pueblo, casarse o algo similar ella quedaría a la deriva. No había nadie que estuviera esperando por ella, nadie que se alegrara cuando llegaba a casa, nadie que se preocupara por donde estaba o similar.

¿Eso era libertad, o era soledad? Cualquiera de las dos opciones dolía, dolían demasiado y no podía dejar de pensar en ello.

De manera inconsciente sus ojos se humedecieron, las lágrimas brotaron y se deslizaron por sus mejillas mezclándose con el agua de la bañera.

Era costumbre quebrarse así, a escondidas, encerrada en un cuarto pequeño. Había aprendido a llorar en silencio, a esconder el tumulto de emociones que incrementaban en su interior, podía controlarlo, pero le hubiese gustado tener la valentía de hablar con alguien de toda la tristeza que sentía dentro. De como extrañaba momentos que nunca tuvo y personas que casi no conoció.

Luego de que sus padres fallecieran se vio en la obligación de madurar apresuradamente. Creció sintiéndose como una carga para la familia de su mejor amiga que se encargaron de cuidarla voluntariamente, nunca la trataron mal o similar, simplemente no quería generar complicaciones, por ende siempre escondió cualquier rastro de tristeza, cualquier dolor anímico,  puesto que nunca supo cuando era el momento para poder desahogarse con alguien sin sentirse una molestia.

Pero dolía, siempre había dolido el crecer sin padres, el olvidar los rostros de ambos y tener que conformarse con las fotografías viejas en el álbum que guardaba bajo su cama, ya no sabía como eran las voces de sus padres y mucho menos el cómo reaccionarían si la vieran siendo tan frágil, tan fácil de romperse, siempre tambaleándose al borde de caer al acantilado.

—¿Qué debería hacer?— Musitó, si alzaba un poco la voz el llanto no cesaría. —¿Creen que deba limitarme a esto? ¿Conformarme con un matrimonio para ser feliz? ¿Quedarme en este estilo de vida?—

Preguntó al aire, deseando que sus padres se le aparecieran y le dijeran qué camino debería tomar, qué debería hacer y por qué era tan difícil dejar atrás sus sueños.

"No le debes explicarle a nadie tus motivos por los cuales no quieres lo que ellos creen correcto" Las palabras del joven soldado una vez más se repitieron en su cabeza, aliviando el dolor en su corazón que le estaba provocando el ahogarse en sus pensamientos negativos. Tenía razón, no debía explicarle a nadie, pero de cierta forma existía la necesidad de demostrarle a los demás que se equivocaban, mostrarles la máscara de que ella era feliz así y que no quería cambiar nada de su vida. Aunque eso fuera una cruel mentira, sí tenía muchas cosas que quería cambiar, por ejemplo, dejar de guardarse el dolor que crecía en su pecho desde los siete años, le gustaría poder hablar con alguien del vacío que la comenzaba a carcomer y como la rutina y la falta de metas cumplidas le restaba ánimos para continuar existiendo. Vaya mierda.

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora