『 Treinta y seis.』

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N/A: Se recomienda escuchar la canción al finalizar el capítulo.

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Al principio, cuando sus caminos se entrelazaron y sus historias se volvieron por un tiempo una sola, quiso fingir que era un malestar, y por eso no le prestó atención a sus sentimientos, porque confiaba en que llegaría el momento en el cual se curaría de esa dolencia. Hasta que cayó en cuenta de que en realidad se había enamorado,  y que difícilmente se puede curar de quien era la medicina y al mismo tiempo la enfermedad, eso era Juliet, eso y mucho más.

Durante todo el tiempo en el que la joven hizo presencia en su vida sintió que iba bien encarrilado, que no importaban las circunstancias, ni los altibajos, ni lo que el retorcido destino quisiera hacer con él, porque la tenía a ella, y eso bastaba para sentirse levitando cada vez más alto. Es por eso que cuando la realidad, la discusión y la disyuntiva entre dos opciones se hicieron presentes, cayó de su nube estampándose contra el suelo. Un choque contra la realidad que no se esperaba.

Creyó que antes de Juliet había amado a otras mujeres, pero todas se volvían insignificante ante la presencia de la chica de ojos negros, ningún hilo rojo podría compararse jamás con el que mantenía con la pueblerina que tanto cariño sembró en su corazón.

Dicen, que de todos los amores uno debe aprender algo, algunos te enseñan algo bueno, otros te enseñan algo malo, y misteriosamente con ella había aprendido más de lo que le hubiese gustado saber, porque podía saborear el gusto agridulce que le producía el haber asimilado lo que era amar a alguien , y a la vez, tener que dejarlo ir.

Después de la discusión con Juliet estuvo dos días encerrado en el cuarto de baño llorando, cuestionándose y debatiendo consigo mismo, sentía que le estaban arrebatando un pedazo de su alma, el pedazo más importante, dejando nuevas cicatrices que perdurarían por la eternidad.

Un sollozo se escuchó a su espalda, por un segundo pensó que era su alma quien producía ese sonido expresando su tristeza, pero era imposible, no era nada más, ni nada menos, que su mejor amigo, que al sentir su mirada se pasó el antebrazo por los ojos negando.

—¿Estás seguro, Jean? Por favor, devolvámonos a la cabaña, sigue pensando al respecto.— Murmuró entristecido.

Era sencillo. Fingir, podía seguir haciéndolo, y si volvía a la cabaña era lo que le tocaría hacer. Fingir ser fuerte, fingir que todo estaba bien, fingir que no tenía miedo del destino, ni mucho menos de equivocarse.

Fingir que no le aterraba que fuera demasiado tarde.

Solo había pensado en protegerla, hacerle sentir bien, serle sincero. Sí, lo había prometido mil veces, pero en el momento en el que se encontró con la espada y la pared, solo pensó en aligerar la tristeza, en no mencionar nada del regreso porque en su interior seguía la guerra intensa sobre qué cojones hacer, pero solo bastó una frase de la chica, o tal vez un silencio, para entender que había errado.

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora