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Después de la conversación con Jungkook, con planes de fiesta dando vueltas en sus cabezas, Jimin y Yoongi salieron del hospital. El aire de marzo era fresco, con un toque primaveral que aligeraba el ánimo, pero la brisa nocturna aún mordía la piel.

—Jimin, no quiero que te esfuerces con el pastel —dijo Yoongi, caminando a su lado— Podemos comprar uno y fingir que lo hiciste. Además, como dijo Jin, estás cerca de terminar el segundo trimestre. No es lo más adecuado.

Jimin metió las manos en los bolsillos de sueter.

—Te has ocupado de mí este último mes —respondió, con la voz suave pero firme— Me diste comida, un techo, incluso me compraste ropa nueva, todo sin pedirme nada a cambio. —Hizo una pausa, mirando al suelo— Min Yoongi, gracias. Hacerte ese pastel es lo menos que puedo hacer.

—El mundo no gira alrededor de lo material —dijo Yoongi, deteniéndose— Solo quiero que tú y el pequeño estén bien.

—El mundo gira más alrededor del dinero de lo que crees —replicó Jimin, apretando los labios. Una lágrima amenazó con caer, aunque no entendía por qué.

—No en mi caso —respondió Yoongi, con una sonrisa cálida— Me gusta ayudar, ver por los demás. —Sus miradas se encontraron, y el tiempo pareció detenerse.

Yoongi sintió el impulso de tomar su mano. Su mente y su corazón, por primera vez en mucho tiempo, estaban de acuerdo. Con un nudo en el pecho, extendió la mano y entrelazó sus dedos con los de Jimin, con suavidad pero decidido.

Jimin no se apartó. Dejó que el calor de Yoongi envolviera su mano, sintiendo una seguridad que no había conocido en años. Sus ojos brillaban, vulnerables.

—Yoongi, sé que suena tonto —dijo, con la voz temblorosa— Apenas nos conocemos, pero… promete que no me soltarás. Promete que no me dejarás solo. —Una lágrima rodó por su mejilla— No quiero volver a sentirme así.

A pesar de haber nacido en una familia rica, Jimin nunca se había sentido verdaderamente querido. Solo su nana le había dado amor sin esperar nada, un amor puro que aún llevaba en el corazón. Ahora, con Yoongi, ese sentimiento regresaba, y se aferraba a él con una mezcla de egoísmo y esperanza.

—No, no llores —dijo Yoongi, limpiando la lágrima con el pulgar, sin soltar su mano— No me gusta verte así. Te lo prometo, siempre estaré a tu lado. Pero no quiero verte llorar otra vez. ¿Me prometes no hacerlo?

Jimin asintió, y en un impulso soltó su mano para abrazarlo, hundiendo el rostro en su hombro.

—Gracias por existir —susurró.

—Gracias por llegar a mi vida —respondió Yoongi, abrazándolo con cuidado, como si temiera romperlo.

Se separaron lentamente, pero sus miradas seguían conectadas. Los ojos de Yoongi eran un refugio, un reflejo de sinceridad que Jimin no había visto en mucho tiempo. Por un instante, sus rostros se acercaron, sus labios estaban a un suspiro de distancia, sus respiraciones mezclándose. Bastaría un movimiento, un poco de valentía, para que ocurriera. Pero el miedo, el eco de un pasado que aún dolía, hizo que Jimin diera un paso atrás.

Yoongi sintió una punzada de decepción, pero no lo admitiría. Quería probar esos labios rosados, pero no lo presionaría. Si ese momento estaba destinado, llegaría, aunque pasaran cien años.

—¿Vamos a casa? —preguntó, extendiendo la mano con una sonrisa suave.

Jimin la tomó, asintiendo con una pequeña sonrisa.

—Vamos.

—Vamos

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Rockabye | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora